Ágora de la Comunicación Social 2015 (Fotografía: Claudia Mañanas )
Ágora de la Comunicación Social 2015 (Fotografía: Claudia Mañas )

Uno de los principios fundamentales que la mayoría de comunicólogos estaría de acuerdo en atribuir a su disciplina, es que para una organización es tan importante hacer un buen trabajo como saber comunicarlo. Y si esa organización pertenece al tercer sector y su fin es atajar problemas sociales de difícil comprensión, con mayor motivo si cabe. Con objeto de poner en común experiencias y perfeccionar esta crucial labor, la European Anti Poverty Network en España (EAPN) en colaboración con Plataforma del Voluntariado de España (PVE), celebraron el pasado jueves 9 de septiembre el III Ágora de la Comunicación Social en la Sala Berlanga de la SGAE. Un encuentro ideado para que los participantes pudieran compartir con el auditorio sus conocimientos como expertos en materias de índole social, al tiempo que asistían como aprendices de otros aspectos de este ámbito de la comunicación.

En una sala de cine, unas sencillas sillas de madera se erigían frente al público. Junto a ellas, un asiento vacío, dispuesto frente a los asistentes para recordarnos que sus preguntas e intervenciones se igualan en importancia a las ponencias de los expertos. En el programa, podían leerse las distintas secciones en las que se dividió la mañana: ‘Migrantes y diferentes’, ‘Cuestión de género’, ‘Sinhogarismo: el estigma de la pobreza’, ‘Diversidad funcional: ¿quién es capaz de todo?’ y ‘La intolerancia sutil: microdiscriminaciones’. Todas ellas, moderadas y coordinadas por Jonás Candalija, responsable de prensa y comunicación de la EAPN, y por la periodista María Navas. 

La importancia de saber comunicar bien

¿Cómo se construye nuestra identidad? Esta fue la pregunta que abrió la primera mesa de ponentes y que pretendía esclarecer cómo se comunica acerca de los colectivos que experimentan alguna forma de discriminación. “Por ejemplo, los medios mencionan la etnia cuando no es relevante para la noticia o cuando informan sobre delitos”, afirmaba preocupado Javier Sáez, miembro de la Fundación de Secretariado Gitano y activista LGTB, señalando que ese tipo de distinciones crean una identidad que viene condicionada por el odio de los demás. Se sumaba a esta idea Esteban Ibarra, presidente del Movimiento contra la Intolerancia, cuando advertía de la importancia de ser escrupulosos con lo que comunicamos: “El lenguaje es un instrumento de mediación entre la realidad y lo que queremos transmitir y ahí nos lo jugamos todo. No sólo por mencionar colectivos, hechos y realidades, sino por malmencionarlos”. Incluso, aplicado a un asunto que está tan presente en la agenda de la actualidad como es el caso de las migraciones y los refugiados, el lenguaje puede marcar una diferencia difícilmente cuantificable. Así lo explicaba Julia Fernández Quintanilla, Directora General de ACCEM: “Hablamos sólo de los sirios, obviando que también hay afganos, eritreos… Y claro, estamos contraponiendo a los inmigrantes con los refugiados. Estamos discriminando dentro de los discriminados. Es responsabilidad de todos defender los derechos de las personas con equidad y las organizaciones podemos ayudar a clarificar esto”.

La pobreza y la exclusión también se trataron intensamente en el encuentro. Dos materias que, al resultar complejas de precisar, obligan a las organizaciones a trabajar mano a mano con los periodistas encargados de entenderlas y explicarlas a la ciudadanía. Gabriela Jorquera, coordinadora de la EAPN Madrid y experta en pobreza, se mostró positiva en esta cuestión: “Se ha relegado la crítica a la espectacularización de muchas noticias, pero, con un poco de tiempo, podremos comunicar bien sobre pobreza y exclusión, igual que hemos aprendido algo tan complicado como son la prima de riesgo o el bosón de Higgs”. Jorquera también quiso aportar las claves para una comunicación eficaz en este tipo de organizaciones: “Nos falta hablar de la pobreza y la exclusión social como una vulneración de derechos humanos básicos ”.

Con un poco de tiempo, podremos comunicar bien sobre pobreza y exclusión, igual que hemos aprendido algo tan complicado como son la prima de riesgo o el bosón de Higgs(Gabriela Jorquera, EAPN Madrid).

La diversidad funcional, los micromachismos en el lenguaje y la construcción del género fueron otros temas planteados en el Ágora 2015. El concepto de “diversidad funcional” lo presentó la filósofa, activista y promotora del fenómeno de vida independiente, Soledad Arnau, como mecanismo para enfocar la discapacidad como una diversidad humana: “Mi dignidad me hace igual a ti. La discapacidad se clasifica por patologías, pero yo no soy una enferma, sólo tengo diversidad funcional”, aseveró la activista. Rosa Sansegundo, catedrática de la universidad Carlos III, aludió a otro tipo de discriminación en el lenguaje, concretamente la de los sexos. “Lo que no nombramos no existe. Las mujeres queremos que nos nombren, queremos existir. Es muy importante hablar de los nombres en femenino”. Sansegundo, apuntaló su intervención opinando que “la RAE es misógina y el patriarcado emana de sus términos. Es muy importante saber de comunicación para hablar con un lenguaje inclusivo y no segregar”. En lo referente al género, Lucas Platero, activista por los derechos LGBT, lanzó una pregunta a la palestra: “ Si el lenguaje que tenemos no funciona, ¿por qué no podemos inventarnos otras palabras que definan mejor lo que nos pasa?”.

A pesar de la diversidad de materias que se debatieron en esa sala, una misma idea impregnaba el ambiente y las contagiaba a todas por igual: la necesidad de divulgar los mensajes de una forma clara y precisa a los profesionales de la comunicación. Resulta acuciante para las organizaciones del tercer sector simplificar los términos, extender los conceptos correctos para referirse a las realidades y trabajar codo con codo con quienes difunden la información. Ya lo decía el filósofo alemán Ludwig Wittgenstein: “lo que no se nombra, no existe”. De poco sirven los quehaceres de una organización si su público es ajeno a ellos; o, peor aún, si los conoce erróneamente.