Desde que empezó en la profesión a los 19 años, Soledad Gallego-Díaz ha personificado la definición de periodista, y hoy, más de cuarenta años después, continúa dictando el sentido común en un maremágnum de ruido mediático.

Dio sus primeros pasos en la agencia Pyresa, y luego continuó afinando su pluma en Cuadernos para el Diálogo, el último escalón antes de llegar a El País como redactora en política. Tras muchas crónicas parlamentarias que marcarían estilo, Gallego-Díaz fue nombrada subdirectora del periódico, y después directora adjunta, un cargo que asumió durante cinco años. Tras una estancia en Nueva York como corresponsal volvió al diario como Defensora del Lector y directora adjunta de la edición del domingo.

Ha vivido en Palo Alto, Nashville, ha informado desde Bruselas, Londres, París y Nueva York. Confiesa que hoy se lo pensaría dos veces antes de aceptar una corresponsalía, y que aunque sueña con la jubilación, nunca podría dejar el periodismo. Continúa escribiendo columnas de análisis político en El País y participando en programas de radio, además de prestar su firma a nuevas iniciativas periodísticas como Ctxt y apoyar proyectos innovadores como la Fundación porCausa, de la que es miembro de su patronato.

Charlamos con Soledad sobre Europa, sobre democracia, sobre cambios políticos, y sobre qué significa hoy el periodismo.

Es inevitable que empecemos hablando de Grecia… ¿Qué puede aprender España de ello?

España es un país del sur que tiene problemas específicos distintos a los griegos, pero tenemos algunas cosas en común. La posición de España en la negociación no ha sido propia de un Estado sino de las necesidades de un gobierno. El gobierno de Rajoy ha planteado su presencia en las cumbres europeas no como un Estado que tiene cosas en común con Grecia sino como un gobierno que no quiere que triunfe una opción política en otro país. Eso yo creo que ha hecho que la negociación sea errónea, porque lo que se están jugando son intereses de Estado y no opciones políticas concretas, la capacidad de un país cualquiera cuando se encuentra en una crisis económica tan fuerte como la griega para tomar algunas decisiones propias y no hacer que todas las decisiones dependan de un grupo de técnicos que no conocen el país.

Si la postura de España hubiera sido la correcta, ¿cómo crees que se debería haber actuado?

Comprendo que la posición española no puede ser igual que la griega, en sentido de que la situación es distinta, pero sí se debería haber ayudado a que el resto de los países comprendieran mejor la situación griega y ayudar a que se encontrara una solución negociada. En absoluto endurecer la negociación como en un momento dado hizo el propio presidente Rajoy, que fue uno de los más duros en las negociaciones con un punto de vista completamente absurdo, desde el punto de vista de España, no desde el punto de vista de sus intereses como presidente de un partido político determinado.

En varios de tus artículos mencionas que los objetivos de la Unión Europea han cambiado totalmente…

La Unión Europea siempre ha tenido un aspecto social, no es verdad que la Unión Europea sea exclusivamente un proyecto mercantil. No. La Unión Europea ha buscado la equiparación entre los países miembros desde su fundación. Y esa convergencia de los países incluía una cierta convergencia social también. Esto es lo que ha desaparecido en esta crisis de una manera radical, no se ha vuelto a hablar de la palabra convergencia, ha desaparecido completamente la idea de un pacto social que se negocie, como todos los pactos, y se ha impuesto un punto de vista de la Unión Europea exclusivamente del norte de Europa, algo que se evitó siempre en la Unión Europea hasta ese momento. Siempre se negoció comprendiendo las posiciones, no se trataba de que nadie venciera sobre el otro, sino de encontrar soluciones comunes. Eso se había podido hacer en todas las crisis, pero en este caso Europa ha perdido totalmente los estribos. Eso hace que la situación sea, desde mi punto de vista, tan peligrosa.

«La Unión Europea siempre ha tenido un aspecto social, no es verdad que la Unión Europea sea exclusivamente un proyecto mercantil»

¿Cuáles son las ‘ideologías oscuras’ que combate Hellen Thorning-Schmidt? ¿a qué te referías con ello?

Yo, al revés, soy muy poco partidaria de las teorías conspirativas, no creo que las cosas se deban a teorías conspirativas, sino que creo que las cosas se deben a intereses concretos. A intereses defendidos muchas veces por gente que los ven solamente desde el punto de vista tecnócrata. Son posiciones claras pero que se basan en ortodoxias, en dogmas económicos. “La solución es esta, porque esta es la solución dogmática, ortodoxa…”. Muchas veces las soluciones no se encuentran en esa vía ortodoxa, sino con una visión más abierta, y eso es lo que está faltando en Europa. La visión de lo que sucede en Europa se está haciendo exclusivamente desde el punto de vista de un dogma económico, que como todos los dogmas es perfectamente rebatible. Y de hecho la historia de Europa demuestra que siempre que se han afrontado problemas desde una posición dogmática el resultado ha sido espantoso. Yo no veo que existan fuerzas oscuras ni conspiraciones de fundaciones en no sé dónde, creo que las cosas son mucho más simples y al mismo tiempo muchísimo más peligrosas, porque es muy difícil luchar contra gente que se cree en posición de la verdad absoluta. Los expertos económicos del Fondo Monetario Internacional parecen sentirse en posición de verdades absolutas que imponen sobre millones de ciudadanos, lo cual es un fundamento muy poco democrático.

Y ante eso, ¿cómo se puede luchar?

Nunca he creído que las cosas no tengan alternativa. Es una posición absolutamente errónea. Cualquiera que haya leído libros de historia sabe que eso no ha sido nunca verdad, siempre existen alternativas. Y las alternativas deberían respetar el pacto social europeo, sobre el que se crea la Unión Europea donde la prosperidad debe alcanzar a toda las capas de población, lo que es fundamental, y que se respeten los propios mecanismos democráticos de la Unión Europea, cosa que durante esta crisis ha sido absolutamente al contrario, en el sentido de que han desaparecido los elementos comunes y se ha dejado la negociación exclusivamente en manos de un pequeñísimo grupo de políticos.

¿De qué cosas nos distrae el ruido mediático?

Los medios, para ser medios que cumplan su función, deberían tener sus propias agendas. Deberían ser los medios los que indiquen a los ciudadanos donde está realmente su interés, en qué temas se tienen que fijar porque allí se juegan realmente algo importante para la ciudadanía. Pero muchas veces los medios son incapaces de hacer eso, bien porque la presión de los gobiernos con sus propias agendas es enorme, bien porque tienen dependencias económicas enormes que les impiden proponer esas agendas porque perjudican a sus financiadores, o bien porque han perdido completamente su capacidad material de hacerlo, porque por la crisis hayan perdido periodistas, medios, capacidad, corresponsalías, viajes, etc. Al final lo que resulta de todo esto es que las agendas que los medios de comunicación proponen son las clásicas, las que defienden las instituciones, el gobierno, los medios financieros… El interés del ciudadano a veces está en otro sitio que queda abrumado debajo de toda otra serie de información que le llega a carretadas. Información, información… Mientras que la que de verdad le interesa, y que los medios y los periodistas deberían ser capaces de mostrar, es muchísimas veces ocultado.

¿Y dónde está esa información que le interesa ahora al ciudadano? ¿Cuál es?

En muchos lados, todo lo que afecte a sus libertades, a su capacidad de decisión. Necesitan tener elementos suficientes para poder decidir ellos. Es necesario que los medios sean plurales, a mí me preocupa muchísimo que los medios sean monopolios. Es muy importante que los ciudadanos tengan información desde diferentes puntos de vista, análisis… Para eso necesitas medios plurales, porque si no, la única visión que se impone es unidireccional, y los ciudadanos no tienen capacidad para ver el abanico de posibilidades. Lo que decíamos antes, no es verdad que exista una única opción, pero si le presentas a los ciudadanos todo como si solamente hubiera una opción, llega un momento en que ellos lo creen. “Claro, es que no hay más remedio”. Claro que hay remedio. Pero el juego, lo que más perjudica la democracia, es precisamente eso, decirle al ciudadano que el gobernante no puede hacer otra cosa. Ese “es que yo no puedo hacer otra cosa” es la negación de la democracia.

En uno de tus artículos recientes hablas de la aparición de actividades contrademocráticas. ¿La Ley Mordaza sería un ejemplo de ello?

Sí, por ejemplo. Creo que una de las cosas más lamentables que ha sucedido en los últimos veinte años es precisamente el recorte de libertades, en principio en defensa de la seguridad. Claro que debe haber unos límites, pero la seguridad no tiene por qué exigir recortes en la libertad hasta tales extremos como se ha producido. Libertades además que fueron ganadas con muchísimo esfuerzo y muchísimo sacrificio, que exigieron muchos años de lucha, y que de repente desaparecen de un plumazo con la idea de que es necesario para garantizar no se sabe qué seguridad. El caso de la Ley Mordaza español. No tiene ningún sentido una ley de esas características porque no existe ninguna situación de emergencia callejera. “Mire usted, es que están miles de personas en la calle protestando, rompen los escaparates, se destroza la ciudad…” Es absolutamente falso. Si algo precisamente choca a la gente que visita España es la normalidad absoluta con la que los ciudadanos están soportando una crisis terrible. Frente a eso, por si acaso en algún momento dado a la gente le diera por protestar, se aprueba una serie de leyes que reducen los derechos de los ciudadanos. Para impedir que en caso de emergencia tú puedas usar libertades democráticas. Me parece siniestro.

Cuando era joven, con Franco, te manifestabas en la facultad, te detenía la policía, existían tribunales especiales e ibas allí, pero incluso a veces el juez del tribunal especial consideraba ridículo condenarte por haber participado en una manifestación estudiantil. El propio juez te ponía en libertad. Salías por una puerta y dos metros más para allá te estaba esperando la policía con una nota que decía: “Multa gubernativa”. El gobierno civil te imponía una multa gubernativa, como ahora, y si no la pagabas te ibas tres meses a la cárcel. ¡Pero eso era el franquismo!  Que ahora me digan que las multas gubernativas vuelven… Aquello fue radicalmente suprimido por la Constitución. No es posible, no se pueden imponer multas gubernativas. “Podrá usted recurrir después al juez”… ¿Cuándo? ¿Cuando ya me han embargado, cuando ya me han metido en la cárcel? Es absurdo. Estas sanciones deben ser puestas por la autoridad judicial, nunca por una autoridad gubernativa. Una cosa es una multa de 50 euros, y otra cosa es una multa de 300.000 euros. ¿Eso qué es? ¿Cómo te lo va a poner una autoridad gubernativa? Es un disparate.

Y luego ciertos temas que son básicos para el ejercicio de la libertad. Como por ejemplo, grabar a los policías. Si los ciudadanos tuvieran miedo de grabar a la policía porque eso les pudiera costar carísimo, no sería posible detectar actitudes completamente irresponsables por parte de algunos policías. Es importantísimo detectar esas actitudes, y lo mejor es que los periodistas y algunos ciudadanos sean capaces de probarlo. ¿Por qué no? ¿Qué sucede? ¿Cuál es el peligro que sufren esos policías? Ninguno, no existe nada, no está ETA, no existe ninguna organización que… Nadie dice que se publiquen las fotos de los policías, por supuesto, pero otra cosa es que alguien lo grabe y eso no se pueda entregar al juez, o difundir en un medio de comunicación, por supuesto.

 «La ‘ley Mordaza’, como herramienta que impide usar las libertades democráticas, me parece siniestra»

¿Cómo ves el trato que se le está haciendo a Podemos en los medios?

Bueno, yo creo que los medios en España atraviesan una crisis provocada por la crisis económica y también por la irrupción de nuevos medios y nuevos instrumentos que todavía no han sido capaces de plasmarse en modelos de negocio claros. Yo creo que está provocando que los medios de comunicación más clásicos tengan bajadas enormes de publicidad, y ello unido a una crisis económica fortísima ha provocado que los medios clásicos estén en una posición de debilidad formidable, y todos estos pequeños grupos digitales que tienen cosas muy atractivas e interesantes, no son capaces de cubrir el espacio que dejan las grandes empresas porque no tienen medios. El resultado de todo esto es bastante confuso por el momento. Ya veremos cómo se resuelve al final.

 ¿Ese retrato que se le hace a Podemos es resultado entonces de la crisis en la que están sumidos los medios, de tener que servir a ciertos intereses?

Claro. Los grandes medios, las grandes empresas, tienen el problema de que se han endeudado muchísimo. Y como le pasa a Grecia, no van a poder pagar la deuda nunca. Lo que buscan es negociación, y la negociación se hace con los grandes medios financieros, algo que obviamente no favorece la independencia de los medios, sino que la recorta. Al final, todos los que están endeudados están defendiendo los mismos intereses.

¿Crees que el debate político está a la altura de la actual situación?

No. Bueno, en algunos casos sí y en otros no. Yo creo que afortunadamente hay mucho más debate de lo que había hace cinco años, es como si estuviera despertándose una parte de la sociedad favoreciendo el debate y la discusión. Siempre he creído que las sociedades que discuten son mucho más ricas y mucho más interesantes y al final terminan siendo más prósperas que las sociedades que se encuentran apáticas y que no son capaces de enfrentar los problemas. Los problemas no se enfrentan dejándolos en manos de cuatro personas, los problemas se enfrentan en una sociedad con mayor participación social. Eso había desaparecido en parte debido a que los grandes partidos lo habían ocultado, lo habían tapado y habían impedido que existiera ese debate social. En el mismo momento en el que los dos grandes partidos han perdido el control se ha abierto una brecha muy grande por la que ha aparecido un debate ciudadano muy importante. ¿Qué resultados dará? Pues no tengo ni idea. Pero en cualquier caso, lo que sí está muy bien es que sea posible hablar, que se discutan estos temas. Antes a nadie se le pasaba por la cabeza discutir temas europeos, y ahora mismo los ciudadanos se dan cuenta de que hay que discutir los temas europeos porque te afectan, pero antes te decían: “No, no, esto lo arreglan los gobiernos y usted no tiene nada que decir”.

Aquí, ¿quién se llevaría el premio al político que mejor sabe escuchar?

Yo es que los políticos no… Me interesa mucho la política, y los políticos me interesan pero para observarles, la verdad es que me cuesta muchísimo tener una relación con ellos. Desde mi punto de vista algunos son muy interesantes, pero con eso tengo suficiente [ríe].

¿Qué es lo primero que lees cuando abres el periódico?

Sigo el orden, primero internacional, y opinión, claro, la opinión de las personas que me interesan o de las que no coincido en nada pero que siempre me provocan y me hacen pensar. Internacional, España, Economía… En economía depende de los medios, porque hay veces que la economía es casi como una tragedia griega, y hay veces que los relatos de economía contados por periodistas que saben hacerlo son apasionantes, te quedas maravillada de cómo te lo explican, y darte cuenta de la cantidad de cosas que no son nada científicas, sino clarísimamente luchas de poder, intereses, odios, que se plasman en el mundo de la economía.

¿Qué temas te interesan ahora mismo como periodista?

Europa. Siempre me ha interesado muchísimo Europa y me sigue interesando, aunque mi visión de Europa está cambiando también mucho. Porque yo empecé hace muchísimos años con la información europea, y me parecía que el proyecto político más interesante que existía en el mundo era ese. Pero ahora ya empiezo a dudar de que sea así, y eso me produce una pena muy grande porque es algo en lo que siempre había confiado y veo ahora que sinceramente hay que pensárselo con mucho cuidado porque no creo que sea ese el instrumento que vaya a permitir la convergencia europea y la prosperidad. Si Europa no es un modelo, si Europa no tiene su propia identidad como modelo social, político y económico, entonces, ¿qué interés tiene? Para mí no era discutible el fundamento de la idea, pero ahora empiezo a pensar que sí, lo cual no me produce ninguna satisfacción.

¿Y cuáles podrían ser las alternativas?

No lo sé, no tengo ni idea, porque cualquier cosa que sea la vuelta a la defensa de los intereses estrictamente nacionales siempre ha sido una catástrofe para Europa, siempre. Pero la idea de una Unión Europea que sea una especie de unión mercantil tampoco me interesa. Para mí, la solución estaba precisamente ahí, la Unión Europea como un proyecto diferenciado, político, distinto, capaz de ofrecer un modelo de sociedad que sea mucho más integrado, igualitario. Tendré que empezar a pensar dónde encuentro algo que crea que sea más satisfactorio que lo que yo creía que era, porque esto empieza a no serlo.

Volviendo al periodismo, ¿cómo crees que se deberían utilizar las nuevas tecnologías?

Las nuevas tecnologías son fundamentales. Para los periodistas de mi generación que hemos tenido que trabajar de una manera absurda en papel, tardando siglos en conseguir cualquier cosa, ahora es un verdadero placer poder utilizar Internet. No soy nada partidaria de mirar las nuevas tecnologías con desconfianza, sino al revés. Por ejemplo, con el periodismo gráfico son capaces de darte rápidamente muchísima información en un pequeño espacio y además de muy fácil comprensión, y eso me parece una maravilla. Pero ahora, en los medios de comunicación está también la dificultad para seguirlas, porque van muy rápido, y para desarrollarlas en cosas concretas. Y luego está el peligro de confundir información con comunicación. La comunicación, algo que permiten las nuevas tecnologías, es magnífica. Pero eso no es información, hace falta una serie de requisitos, que haya un interés para más personas. Cómo conseguir que esa información no quede sepultada bajo la inmensa montaña de la comunicación es lo que habrá que ver cómo se resuelve, porque de momento es un problema serio.

«Para los periodistas de mi generación que hemos tenido que trabajar de una manera absurda en papel, tardando siglos en conseguir cualquier cosa, ahora es un verdadero placer poder utilizar internet»

Sueles mencionar que para ser periodista no hace falta estudiar periodismo, ¿cómo se debe formar entonces alguien que quiere ser periodista?

Siempre he dicho que no hace falta una carrera universitaria específica de periodismo, porque no creo que el periodismo tenga conocimientos específicos suficientes. El periodismo se estudia en un año, el resto es que te meten un poco de sociología, un poco de economía, psicología, estadística… Está muy bien que todo el mundo sepa un poquito de algo, pero no son enseñanzas de un nivel universitario. Me parecería más lógico que los universitarios tuvieran conocimiento de cualquier carrera universitaria, porque la universidad te enseña a manejar información, aunque estés estudiando Física, y si después, te gusta el periodismo, aprender las técnicas del periodismo. Hay gente que empieza muy joven, simplemente porque quiere ser periodista, y va aprendiendo con la experiencia. Leer lo que escriben los demás y darse cuenta cómo está escrito, cómo esta hecho… Muchas veces te lo pueden enseñar en la facultad pero también lo puedes aprender tú, con una lectura atenta.

¿Dónde te ves en el futuro?

Uy, en la jubilación [ríe]. En principio, mantengo una cierta actividad profesional, escribo columnas, estoy en la radio… Pero en el futuro, creo que ahora el trabajo es para gente más joven. Me veo muy a gusto como estoy, escribiendo las columnas, y ahora ya me resultaría más difícil si me dices que tengo que irme otra vez de corresponsal. Estuve muchos años de corresponsal pero ahora no me apetecería. Bueno, me dicen “vete dos años”, y a lo mejor, pero vamos, que eso de pasar ocho años fuera, ya no. Me interesa más vincularme a alguno de los nuevos proyectos que hay ahora en marcha y ver cómo crecen.

¿Qué cosas de los nuevos proyectos te atraen?

Me atrae la idea de proyectos que sean limpios de estructura, porque creo que la montaña de comunicación tapa la información, que centren la atención en los temas importantes y que mantengan la inteligencia. Me parece muy importante tener buena información de lo que ha sucedido en la Unión Europea y Grecia, porque lo que se está dando es una información terriblemente orientada por una misma visión. Lo que decíamos, medios de comunicación que tenían una gran deuda con bancos y que es muy difícil que tengan una visión independiente de lo que pasa en Grecia, porque en Grecia se trata de bancos que quieren recuperar su dinero como sea. Están terriblemente mediatizados y están dando una imagen falsa de lo que está sucediendo. Me parece importante que haya medios que rompan ese cerco al que están sometidos los ciudadanos y que entre información plural.

¿Cómo debe afrontar un periodista la información sobre desigualdad?

La inmensa mayoría de las veces, la desigualdad se ve. El periodismo ha tenido toda la vida una cosa que se llama testimonio. Cuando dicen “no, es que no hace falta enviar a los periodistas a los sitios”… Pero no, tú vas, lo ves, y lo cuentas. Tienes herramientas profesionales para contar esa historia, y si nos fijamos un poquito, vemos que la desigualdad crece y crece en una sociedad en la que habíamos quedado en que eso tenía un límite, en que no íbamos a aceptar nunca unas desigualdades como habían existido a principios del siglo XX. “Nunca más…” Pero el “nunca más” en política no existe, y creo que es algo de lo que deberíamos ser conscientes. La labor del periodista es detectar eso, y acercarse, y hacerle ver a la gente cuál es la situación real y el daño que eso produce en el tejido social, que aunque creas que no va a haber ningún cambio porque vives en un mundo muy protegido, eso no es así, porque los niveles de desigualdad tan grandes afectan a todo el tejido social. No es posible mantenerse al margen de algo que debe preocupar a todos los ciudadanos, porque en algún momento les afectará.

¿Qué consejo darías a porCausa?

Que hagan su trabajo con la mayor honestidad que puedan, y eso ya lo hacen. No es un consejo, es constatar que es un proyecto estupendo, porque tiene la profundidad necesaria. Conseguir proyectos con un objetivo claro y que profundicen en él me parece fundamental, y eso es una de las cosas del interés de porCausa. Tiene los medios, la voluntad y la capacidad para afrontar este reto.