Enric González no es un periodista como Ana Pastor, que como él mismo reconoce sabe exprimir hasta la última gota de los silencios de sus entrevistados, o como Jordi Évole, que hace de esos silencios grandes escándalos . Este periodista curtido en mil batallas es distinto. Él tiene la clave para que el lector llegue a leer la última línea de sus textos. Algo de lo que pueden dar fe desde Jot Down, esa revista que ha conseguido que los textos largos interesen, dijo. “Hasta ellos se espantaron al ver que la gente sí leía las historias hasta el final”.

El don de escribir se tiene o no se tiene, y Enric González lo tiene. “Pero hoy se escribe para el lector y eso significa esforzarse mucho”, dice alguien que no entiende de dádivas. Además, “escribir requiere de un esfuerzo de concentración especial”, continuó el que no es capaz de estar delante de su máquina de escribir más de 30 minutos sin tener que recurrir a la cafeína. “Cualquiera puede contar bien una historia. Solo es cuestión de construirla bien”. Y como los hechos se pueden contar de distintas formas, empezó con resumen de los géneros periodísticos.

“El reportaje sin presencia es un fraude”, expresó tajante sobre lo que cree que es “un paseo atento por algún sitio”. “Hay que estar, escuchar, preguntar… y por supuesto, no evaluar los materiales hasta tenerlos completos”. Y mientras los asistentes anotaban notas sin parar, saltó sin siquiera meter un ladillo hacia otro género, la crónica. “Ahí vale todo”, dijo emocionado sobre su espacio favorito. “Implica entretener al lector y contarle todo lo que ocurra”, apuntó entre otras muchas clave.

La objetividad no existe, y Gónzalez quiso dejarlo claro desde el principio. “En el periodismo hay que posicionarse siempre. Desde el principio hay un mensaje que transmitir y hasta el final están presentes los prejuicios”, añadió, no sin mencionar la importancia de la honestidad.

Enric González no enseñó, sino que transmitió sus conocimientos. Impregnó a los que asistieron al taller y después les puso a prueba. Analizó los textos que escribieron, los contrapuso, estableció unas líneas maestras que se deben seguir siempre y finalmente contó su secreto: “Para mí, una buena historia gira siempre en torno a una palabra.” El periodista propone pensar siempre en algo subyacente al texto, sentar unos cimientos y no olvidarlos en todo el periodo de redacción. “¿Y alguna vez tiene que aparecer la palabra en el texto?”. No, respondió. Como el mago que acaba de revelar su mejor truco.

 

Artículo publicado originalmente en el blog ‘3.500 millones’ de El País.