El artículo 12 de la Convención sobre los Derechos del Niño (1989) garantiza el derecho de las niñas y niños a expresar su opinión y a que ésta sea tenida en cuenta. Pero, seamos sinceros, ¿solemos escuchar lo que quieren decirnos los niños?

Antes de responder a esta pregunta, hagamos un pequeño ejercicio. Mirad a un niño a los ojos. No, no desde arriba, no desde nuestra estatura de adultos. Bajad a su altura y, entonces sí, miradlo a los ojos. Y ya que estáis ahí, abajo, mirad en contrapicado a vuestro alrededor, observad el mundo y responded sinceramente: ¿creéis que está pensado para los niños?

La respuesta es evidente; no, no lo está. En la actualidad es poco o, más bien, prácticamente nada lo que está concebido y diseñado para los niños; y esto es así hasta el extremo, ya que ni tan siquiera las políticas destinadas a la infancia están planteadas poniéndolos a ellos en el centro de las mismas, tal y como refleja el informe “Los niños de la recesión” presentado por Gonzalo Fanjul -investigador y cofundador de porCausa– en el evento “El papel de la RSE en la defensa de los Derechos de la Infancia”, acto organizado ayer por UNICEF y la Asociación Española de Directivos de Responsabilidad Social (DIRSE).

Según dicho informe, 2’7 millones de niños en España viven en la pobreza o riesgo de exclusión, es decir, 1 de cada 3 niños. Pero más allá de las cifras, Gonzalo Fanjul plantea la necesidad de comprender cómo viven y entienden los niños su situación como aspecto fundamental a la hora de adoptar medidas de protección social para la infancia. Y eso implica ir más allá de los indicadores objetivos de pobreza -alimentación, ropa, vivienda, etc.- para analizar también los indicadores subjetivos, esto es, la estigmatización, el miedo o la marginación que vive un niño en situación de pobreza.

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En la misma línea, Carmelo Angulo, presidente de UNICEF Comité Español, recordó la labor que realiza dicha entidad precisamente para poner a los menores en el centro. En el centro no sólo de las políticas públicas sino también en el del resto de decisiones de los distintos agentes sociales y, entre ellos, destacó el impacto que las actuaciones de las empresas tienen en la infancia y cómo a través de sus estrategias de RSC pueden salvaguardar los derechos de los niños.

Pero, volvamos al principio. Los niños tienen el derecho a expresar su opinión y esto es así incluso cuando no pueden hacerlo verbalmente. Es decir, a la hora de tomar una decisión, las personas adultas tienen que respetar formas no verbales de comunicación como el juego, el dibujo o la pintura, para interpretar la opinión de los niños.

Segundo y último ejercicio. ¿Y si, por una vez, les pidiéramos a los niños que fueran ellos quienes dibujaran el mundo tal y como lo ven o, lo que es más importante, como quieren que sea? Pues pasaría como en el Ayuntamiento de Avilés, donde convocaron a niños y jóvenes para que fueran ellos los que definieran las medidas del Plan de Infancia 2014-2016 en el que además de muchas, y muy acertadas, propuestas, manifiestan lo siguiente: “Está hecho para que los mayores sepáis que los niños, niñas y adolescentes podemos colaborar y aportar nuestras ideas para mejorar la sociedad”. Lo dicho, miremos a los niños a los ojos.