Las últimas elecciones británicas han constatado una tónica de nuestro informe: que una actitud de mayor control fronterizo obtiene mejores réditos electorales que nuevas ideas para cambiar el modelo migratorio. Esta deriva antimigración ha provocado un descenso de la inmigración tanto europea como no europea desde mediados de 2016, además de empeorar las condiciones de vida de migrantes y refugiados en el Reino Unido.
CONTEXTO HISTÓRICO Y POLÍTICO
Desde 1945, el Reino Unido es un país de inmigración, pero su relación con la misma no siempre ha sido positiva. Debido a la falta de mano de obra (cualificada y no cualificada) después del final de la Segunda Guerra Mundial, se aprobó la Ley de Nacionalidad Británica (British Nationality Act) en 1948, según la cual se permitía a todas aquellas personas pertenecientes a la Commonwealth que trabajaran y vivieran en el Reino Unido sin necesidad de visado.
Esta medida provocó revueltas racistas en varias ciudades del Reino Unido a lo largo de la década de los 50 y desembocó en el tristemente famoso ataque racista a cinco hombres negros en Notting Hill en el verano del 58. Como consecuencia de la creciente violencia, el Gobierno aprobó en 1965 la Ley de Relaciones Raciales (Race Relations Act), por la cual se prohibía la discriminación racial en lugares públicos y laborales. De una manera paralela, la inmigración no dejó de crecer en el Reino Unido durante los años 50 y 60, hasta convertirse en un 6,4% de la población total del país.
El inicio de las leyes antimigración
En 1968 se produjo la primera restricción política a la inmigración con la primera Ley de Inmigración (Commonwealth Immigration Act), por la cual los nacionales de las ex colonias británicas solo podrían asentarse en el Reino Unido si tenían permiso de trabajo y un padre o abuelo que hubiera nacido en Gran Bretaña.
Tras la caída de la Unión Soviética, llegó a la isla una ola de inmigrantes y refugiados de Europa del este durante toda la década de los 90, uniéndose así a la población polaca que había emigrado al Reino Unido al final de la Segunda Guerra Mundial. Esta llegada provocó una vez más un fuerte sentimiento antimigratorio en la isla, lo que, unido al 11S, llevó al partido de ultraderecha British National Party (BNP) a su primera victoria electoral (en el ámbito local).
En el año 2011, David Cameron (Primer Ministro de 2010 a 2016) atacó la política de “multiculturalismo” que habían desarrollado anteriores gobiernos de izquierdas. Cameron acusó al “multiculturalismo de Estado” de la radicalización de las personas y de que “diferentes culturas vivieran vidas separadas”; para prevenir el “extremismo” y contra el multiculturalismo, dijo, el Reino Unido necesitaba fortalecer la identidad nacional. Frente al modelo multiculturalista británico se encuentra el de la asimilación en Francia, donde las culturas se sacrifican con el objetivo de la integración.
El brexit
Los últimos años de la vida política británica han circulado en torno al brexit, en el que la inmigración como amenaza se convirtió en la piedra angular de la campaña. Reino Unido finalizó el año 2016 con una población de 65.648.064 habitantes, con un aumento de casi medio millón respecto al año anterior. Es un país de alta densidad demográfica, con un 13,07% de inmigrantes. La inmigración procede principalmente de India, el 9,21%, Polonia, el 8,34% y Pakistán, el 6,41%.
Los delitos de islamofobia vienen creciendo de manera constante durante la última década debido a la proliferación de grupos antimusulmanes organizados (como Britain First), la ayuda de la prensa sensacionalista de derechas (Daily Mail, The Sun y The Daily Express en especial) y el proceso electoral (tanto el brexit como las elecciones en junio de 2017) que han colocado el tema en el centro del debate. Los últimos atentados de Londres y Manchester han sido la excusa perfecta para la intoxicación informativa, sobre todo porque los terroristas habían nacido en territorio británico.
Las actitudes antimigración y xenófobas han encontrado la manera de contaminar el espectro político. Desde hace unos años, las tendencias ultraconservadoras parecen haber encontrado en la tormenta sociopolítica occidental los argumentos para aumentar su poder popular. Holanda, Francia, e incluso Estados Unidos, han sido los primeros escaparates de este fenómeno.
La inmigración como tema de campaña
En junio de 2017 le llegó el turno a Reino Unido. Los partidos de Le Pen y de Geert Wilders explotaron al máximo el tema de la inmigración en sus respectivas campañas, y los conservadores británicos no se quedaron en menos. El Partido Conservador radicalizó su discurso hacia la extrema derecha, utilizando como piedra angular la visión de una Gran Bretaña independiente, uniéndolo a temas como la seguridad, el libre mercado y la inmigración.
A pesar de que el caso de Gran Bretaña no es tan obvio como el de Francia u Holanda, puesto que no existe un partido generalista que aglutine todo el abanico de visiones conservadoras, sí que se puede observar una contaminación generalizada del discurso antimigración en todo el espectro político británico.
El extremismo de Theresa May en materia migratoria es evidente desde su época como ministra de Interior, cuando proclamó en 2012 que el objetivo de su partido era “crear en Inglaterra una atmósfera más que hostil para los inmigrantes ilegales”. En el programa electoral del Partido Conservador de 2017, proponen aumentar el Immigration Skills Charge, es decir el coste que los empresarios deben pagar por cada trabajador extranjero que contraten, además de continuar con la visión de Cameron de reducir la inmigración neta de cientos de miles de migrantes al año a decenas de miles, unido a un énfasis en los “valores británicos”.
La distribución política actual
Los conservadores recalcan el desajuste social y económico que ha creado la masa foránea en los últimos tiempos, y culpan a la Unión Europea de forjar tal situación por culpa, entre otras cosas, del Plan Schengen. En estas últimas elecciones, a pesar de haber acaparado la mayoría de los votos de UKIP, su resultado empeoró considerablemente al bajar 12 escaños con respecto a las elecciones de 2015 (de 331 a 319), lo que le obligó a formar una coalición con el DUP de Irlanda del Norte.
El Partido que más se asemeja a la perspectiva antimigratoria, antieuropeista y xenófoba de partidos como el Frente Nacional y el Partido por la Libertad es el UKIP. En las elecciones de 2015, el Partido de la Independencia del Reino Unido consiguió un 12,6% de los votos. Sin embargo, en éstos últimos comicios, UKIP se ha convertido prácticamente en un partido residual (1,84%), transfiriéndose la mayor parte de su electorado al Partido Conservador, lo cual escenifica la contaminación hacia la extrema derecha de los tories.
Por otra parte, el Partido Laborista no ha defendido una postura clara con respecto a la migración. El discurso antimigración del brexit caló sobre todo en las rentas más bajas de la población británica, y según afirma el estudio Understanding the Leave Vote, el 50% de la población que votó a favor del brexit se identificaba con el Partido Laborista. Este miedo a un castigo por parte de su electorado, junto a una postura política generalizada en contra de la inmigración, influenciaron a miembros relevantes del Partido Laborista, que defendieron en campaña la existencia de un control migratorio. Esta contaminación parcial de su discurso en materia migratoria, resultó muy beneficiosa para el partido, que consiguió 262 escaños, 30 más que en las anteriores elecciones generales.
Los resultados de las elecciones generales se pueden resumir como inesperados.
En primer lugar observamos una polarización de los votantes hacia los dos partidos mayoritarios, debido mayoritariamente a una votación táctica por parte del electorado. Por un lado, Theresa May ganó las elecciones pero perdió la mayoría absoluta de la que gozaba y se vió forzada a pactar con DUP. El partido Laborista y Jeremy Corbyn reforzaron su capacidad de influencia al aumentar en 30 escaños los resultados de 2015, debido principalmente a su mensaje antiausteridad y al apoyo de los jóvenes y las minorías étnicas.
Por otro lado, UKIP, que lideró el mensaje euroescéptico y antimigración del brexit, se ha visto relegado a un papel puramente residual al haberse apropiado los tories de la mayor parte de su voto y su mensaje. Por último, al Partido Liberal Demócrata, erigido como una de las voces más críticas del brexit, le fue levantado parcialmente del castigo impuesto por haber formado un gobierno de coalición con el Partido Conservador en 2010. Sin embargo, Nick Clegg, ex líder de los demócratas, perdió el escaño que ostentaba desde hacía 12 años a favor de los laboristas.
Estas elecciones, más allá de los resultados obtenidos, han supuesto la constatación de que una postura dura de control de fronteras resulta beneficioso en las urnas. Esta clara deriva antimigración en la mayor parte del espectro político ha provocado un descenso de la inmigración tanto europea como no europea de 80.000 personas desde junio de 2016 hasta el mismo mes de 2017, además de empeorar significativamente la calidad de vida de los migrantes y refugiados que todavía residen en el Reino Unido.
La salida del Reino Unido del proyecto europeo
No es posible entender las elecciones de 2017 sin analizar previamente el terremoto que supuso el brexit para el contexto político británico.
En junio de 2016, más de 17 millones de personas (51.9%) votaron “Leave”, es decir, “no” a permanecer en la Unión Europea. Esta no era la primera vez que el Reino Unido votaba con respecto a su relación con la Europa continental (ya lo hicieron en 1975); sin embargo, esta vez, tanto el resultado como el contexto fue totalmente diferente.
Uno de los aspectos más condicionantes en el voto del brexit fue la inmigración. La nueva ola de inmigrantes del Este había causado varios ataques racistas y la irrupción del partido ultraderecha BNP en algunos ayuntamientos en 2011. La inmigración estaba ya en el centro de la agenda política desde 2004, doce años antes del referéndum.
Esta creciente preocupación generalizada por la inmigración se materializó con la irrupción de UKIP en 2010 en el panorama político nacional. Desde sus inicios, se convirtió en el portavoz del sentimiento antieuropeo y antimigración. En 2016, año del referéndum, UKIP ya había acaparado la mayor parte del voto rural y de las clases trabajadoras, y se había convertido en tercera fuerza política, por encima de los liberales demócratas.
Las últimas encuestas
A finales de 2015, en una encuesta de YouGov sobre la percepción según la ciudadanía de cuáles son los temas más importantes que debería trata el gobierno, un 63% seleccionó la inmigración, muy por encima del servicio sanitario (39%). A la ansiedad ya existente acerca de la inmigración se le sumaron las continuas declaraciones de UKIP sugiriendo que la creciente inmigración bajaba los salarios de los trabajadores británicos poco cualificados.
Esta creencia también ha sido repetida en varias ocasiones por Theresa May, como si se tratara de un hecho.
Como resultado de una campaña focalizada en las políticas identitarias que apelaban al sentimiento de nación, el 23 de junio de 2016, el Reino Unido votó para abandonar la Unión Europea, con 17,4 millones de personas a favor y 16,1 millones en contra (51,9% y 48,1%, respectivamente).
El voto dividió de manera transversal el país desde un punto de vista educativo, cultural, socioeconómico y generacional, independientemente de las tendencias políticas. Sólo el 22% de los graduados votaron “Leave”, mientras que entre aquellos ciudadanos británicos que carecían de cualquier tipo de título educativo el porcentaje fue de 72%. Los grupos étnicos minoritarios también votaron por quedarse dentro de la Unión Europea (solo el 29% de los adultos negros y el 32% de los asiáticos votaron lo contrario).
El referéndum de la UE también abrió una brecha generacional en el Reino Unido que se intensificó más tarde con las elecciones generales de 2017. El 85% de los estudiantes que votaron en el referéndum optaron por “Remain” (quedarse), mientras que solo el 37% lo hizo entre los mayores de 65 años.
Theresa May
Los resultados del brexit llevaron a la victoria a Theresa May en las elecciones generales de 2017, y arrebataron la mayor parte del voto antimigración y euroescéptico al partido que más fuertemente se había posicionado en estos temas, el UKIP. Y con la victoria se empezó a esbozar el país que los conservadores deseaban para la era post-brexit. A principios de septiembre, documentos del Ministerio de Interior filtrados a The Guardian dieron a conocer que Inglaterra terminaría con la libre circulación de trabajadores inmediatamente después del brexit e introduciría restricciones para disuadir a todos los trabajadores comunitarios, con la excepción de los altamente cualificados.
Dicho documento respira un fuerte olor al pensamiento ideológico de poner a Inglaterra delante. En él se indica que “cuando sea posible, las empresas británicas deben buscar residentes ingleses como mano de obra. Ahora es más importante que nunca que tengamos en casa las habilidades/aptitudes correctas para construir una economía fuerte y competitiva”. Como respuesta a esta filtración, el diputado laborista Owen Smith apareció en el programa Daily Politics afirmando que él “no tenía ningún problema con la aspiración de que los puestos de trabajo británicos fueran para los trabajadores británicos”.
La excusa antimigratoria
Tanto el documento del Ministerio del Interior como las declaraciones del diputado laborista recuerdan bastante a Oswald Mosley, líder de la Unión Británica de Fascistas, que declaró en 1930 que “no se podía admitir a más extranjeros al país para que se llevaran los empleos británicos”. La diferencia es que, en aquel momento, los extranjeros eran los judíos.
No existe una explicación simple para la victoria del “Leave” basándose en la demografía del país, aunque es obvio que la edad, niveles de educación, salario y tipo de periódico preferido, están directamente relacionados con las probabilidades de votar sí a la salida de la Unión Europea. Pero más allá, el brexit marcó el escopetazo de salida al triunfo de los sentimientos de identidad nacional y el miedo al cambio. El referéndum demostró que la politización del miedo hacia el extranjero y hacia la pérdida de identidad cultural y puestos de trabajo “británicos”, calaban mucho más en la población que los posibles riesgos económicos asociados con una salida de la Unión Europea. La antimigración vendía. Y con esta certeza, los partidos políticos se enfrentaron a las elecciones generales de 2017.
PANORAMA POLÍTICO: PARTIDOS
Partido Conservador (Conservative Party)
En el programa electoral de 2010, el Partido Conservador ya mostraba su intención de reducir la inmigración, es especial de aquellos inmigrantes que pudieran acceder a puestos poco cualificados afirmando que no “hay necesidad de atraer personas para llevar a cabo trabajos que puedan ser desempeñados por los ciudadanos británicos”.
Su objetivo era reducir la inmigración a los niveles de 1990, limitándose a decenas de miles de personas al año, en vez de cientos de miles. Las medidas que proponían para reducir el flujo de inmigrantes, además de establecer un límite anual al flujo de inmigrantes no europeos era permitir acceso sólo a aquellas personas de valor para la economía británica (sin especificar quienes son esas personas de valor) e introducir controles de tránsito para los nuevos miembros de la Unión Europea.
En 2013, Cameron hablaba sobre un “vínculo entre la falta de control en la inmigración y la dependencia del sistema de bienestar”, argumentando que los inmigrantes han acaparado trabajos que podrían ser ocupados por los trabajadores británicos, por lo que para reducir el paro es necesario limitar la migración económica. El gobierno de coalición de los Conservadores-Liberales Demócratas (2010-2015) defendió con rotundidad que el “número adecuado” para la migración neta era de menos de cien mil personas, sin proporcionar una explicación más extensa acerca de la importancia de ese número.
Los migrantes de alto valor
En abril de 2011, se aprobó un límite anual en el número de migrantes económicos no comunitarios, estableciendo una diferenciación dependiendo de tres principales categorías: la primera categoría englobaría a los visados para Inversores y Empresarios y a los visados de talento excepcional, los considerados “migrantes de alto valor”. Los visados de Inversores no tenía ningún tipo de limitación mientras que los visados de talento excepcional se limitaron a 1000 personas al año.
La categoría dos era para trabajadores cualificados fuera del espacio comunitario, para los que es necesario una oferta de trabajo en el Reino Unido, y su límite anual se situó en 20.700. La categoría 3 estaba diseñado para trabajadores poco cualificados. Se eliminó en marzo del 2013, sin que ningún visado hubiera encajado nunca en esta categoría. Por último la categoría 4 se diseñó para estudiantes no comunitarios mayores de dieciséis que deseen estudiar en el Reino Unido.
En su programa electoral de 2015, el Partido Conservador mantenía la misma postura conforme a establecer el límite de la inmigración en las decenas de miles. Entre sus medidas, destaca la introducción de pruebas de inglés más complicadas para inmigrantes y la reducción de los servicios de traducción por parte de los ayuntamientos. Con respecto a los migrantes comunitarios (a los que el programa electoral de 2010 apenas prestaba atención), el Partido Conservador propone “negociar con la Unión Europea para que sea obligatorio que los mismos hayan trabajado un número determinado de años en el Reino Unido antes de que puedan solicitar cualquier clase de ayudas”.
Extremismo en la política migratoria
También se introduce por primera vez la cuestión de la seguridad de las fronteras, y el endurecimiento de las condiciones para los inmigrante irregulares (se utiliza la denominación de “illegal immigrants”), permitiendo que los propietarios de viviendas puedan preguntar a sus inquilinos su situación legal.
El extremismo de las políticas del Partido Conservador en materia de inmigración se hace todavía más palpable en su programa electoral de 2017. Tal y como los programas electorales de 2010 y 2015, su intención es limitar la inmigración a decenas de miles de personas por año. Es interesante la mención que se hace a las élites de Westminster, donde el Partido Conservador asegura que gobernará para los intereses de la mayoría del público británico, “en vez de seguir un programa definido y establecido por las élites de Westminster”. Se comprometen a sacar a Gran Bretaña de la Unión Europea y a reducir y controlar la inmigración.
En materia de seguridad, el Partido Conservador promete defender el país del terrorismo y otras amenazas a la seguridad. Hasta tal manera que, en un comunicado el 6 de Junio de 2017, Theresa May afirmó que “las leyes de derechos humanos podrían cambiar si se interponen en la lucha contra el terror”. El Partido Conservador podría considerar abandona la Convención Europea de los Derechos Humanos, que se aprobó en 1953.
La islamofobia disfrazada
Por primera vez en un programa electoral el Partido Conservador menciona que combatirá el extremismo, “especialmente el extremismo islámico, que despoja a la población británica, especialmente a las mujeres, de las libertades de las que deberían disfrutar, además de perjudicar la cohesión de nuestra sociedad y puede provocar violencia”. Este énfasis en “los valores británicos” y la necesidad de que las personas (léase musulmanas) “estén mejor educadas” respecto a ellos fue repetido por Theresa May en su declaración sobre los atentados de Londres del pasado 3 de junio.
Otra de sus propuestas con respecto a la inmigración, es aumentar el “Immigration Skills Charge”, es decir el coste que los empresarios deben pagar por cada trabajador extranjero que contraten, de mil a dos mil libras al año. El “Immigration Health Surcharge”, el coste que los migrantes tendrían que pagar por tener una cobertura sanitaria con el Servicio Sanitario de Salud, subiría a seiscientas libras para los trabajadores migrantes y cuatrocientos cincuenta para los estudiantes internacionales.
Su (aunque ajustada) victoria en las elecciones, unida al apoyo del DUP, le dió al Partido Conservador vía libre para seguir creando una “atmósfera hostil” para inmigrantes irregulares, tal y como ha defendido en numerosas ocasiones Theresa May. Un ejemplo de ello es la nueva emblemática Ley de Inmigración que se presentó en octubre de 2017, en la cual se obliga, entre otras medidas, a los propietarios de casas y a los bancos a revisar la situación migratoria antes de arrendar una vivienda o abrir una cuenta bancaria.
Partido Liberal Demócrata (Liberal Democrat Party)
El Partido Liberal Demócrata formó un gobierno de coalición en 2010 con el Partido Conservador. En su programa electoral se enorgullecían de los beneficios de la inmigración en el Reino Unido, pero criticaban “el caos del sistema migratorio”con el anterior gobierno por lo que proponían la reintroducción de controles de salida en todos los aeropuertos y puertos, la creación de un sistema regional para que los migrantes trabajen sólo dónde se les necesite y la dotación de más poderes a los guardias fronterizos nacionales.
En su programa electoral de 2015, el Partido Liberal Demócrata defendía que “el Reino Unido debería permanecer abierto a visitantes que estimulan la economía y a trabajadores migrantes que desempeñan un papel fundamental en negocios y servicios públicos”. Entre sus propuestas se encuentra la de permitir la entrada de migrantes con alta cualificación y estudiantes no comunitarios, acabar con la detención indefinida, además de no incluir a los estudiantes en las estadísticas oficiales de inmigración.
Con respecto a los refugiados, los liberales demócratas defienden una aceleración del proceso de solicitud de asilo para los refugiados, y que se vean obligados a buscar trabajo a partir de los seis meses, recibiendo ayudas sólo en el caso de estar incapacitados para trabajar. Defienden los beneficios de la inmigración en el Reino Unido al impulsar la economía y contribuir al Servicio Nacional de Salud, pero pretenden acabar con el “abuso del sistema migratorio” con la reintroducción del control de fronteras en la entrada y salida. No proponen ningún tipo de limitación en el número de inmigrantes que lleguen al Reino Unido.
Lo que dice el programa electoral
En su Programa Electoral para las elecciones de 2017, los Liberales Demócratas desean combatir “el aumento de los crímenes de odio, el abuso a los refugiados y la retórica tóxica acerca de los inmigrantes”. También promueven la defensa a los Derechos Humanos, y la creación de rutas legales y seguras para refugiados, ofreciendo refugio a 50.000 personas durante la próxima legislatura y 3.000 menores refugiados no acompañados. También ofrecerían asilo por razones de discriminación en base al género y a la orientación sexual.
El partido establecería un debate anual parlamentario para identificar la migración necesaria en trabajo cualificado y no cualificado. Permitiría la migración de personas altamente cualificadas y eliminaría a los estudiantes de las estadísticas de migración. Al igual que el Partido Laborista, propone un “Migration Impact Fund”, que es un sobrecargo en el precio de las solicitudes de visado que se emplearía para la contratación de personal de servicios y para que las comunidades adapten mejor a la migración.
Se establecería un límite de 28 días para la detención de inmigrantes. Como en los programas electorales anteriores el Partido Liberal Demócrata defiende un control estricto de las fronteras para asegurar que el sistema migratorio funciona de manera eficiente.
Partido de la Independencia del Reino Unido (United Kingdom Independence Party) UKIP
Desde las elecciones de 2015 hasta las celebradas el 8 de junio, el Partido de la Independencia del Reino Unido (UKIP) no ha variado en gran medida su programa en sus propuestas migratorias. Bien es cierto que cada estrategia está marcada por su contexto: en 2015 el partido hacía hincapié en salir de la Unión Europea (su primer punto en el capítulo migratorio es: take back control of our borders); una vez conseguido el objetivo este partido eurófobo ya mira en su nuevo programa hacia un futuro con una victoria a sus espaldas.
Los dos programas tienen un gran común denominador: controlar quién entra en el país y qué cualidades tiene para aportar. El sistema de control migratorio que UKIP utiliza como referente es Australia. En ambos programas electorales se dota de prioridad a la “aportación” del migrante a la economía nacional, priorizando a las personas altamente cualificadas y con un salario alto (más de 30.000 libras anuales). El límite de entrada de los inmigrantes en esta categoría sería de 50.000 personas al año.
Ayudas y visados para extranjeros
En lo referente a ayudas públicas, estas solo la podrán solicitar inmigrantes que hayan cotizado durante cinco años seguidos en el país. En los referente al servicio sanitario, el programa político de UKIP se endurece: mientras que en 2015 el Partido de la Independencia incorporaba una asistencia sanitaria de urgencia para inmigrantes, en el programa de este año 2017 no se hace referencia a ningún tipo de asistencia salvo que el inmigrante lleve cotizando en el país un lustro. Además, se les exige la contratación de un seguro médico privado previo a conseguir un visado.
La diversidad de visados ofrecidos no cambia significativamente, y continúan recalcando su preocupación por los matrimonios de conveniencia. Lo más reseñable es el contrato de corta duración que el UKIP está dispuesto a ofrecer: contratos de 6 meses para determinados trabajos de temporada, especificando en la agricultura.
Cinco años parecen ser el umbral que ha marcado UKIP para dotar a un inmigrante de los derechos fundamentales: tras un lustro podrá solicitar ayudas sociales, asistencia médica y también la nacionalidad británica. Con respecto a los refugiados, UKIP se compromete a obedecer con lo acatado en la Convención de la ONU sobre el Estatuto de Refugiado (1951) y a cumplir con sus obligaciones en los relativo a los solicitantes de asilo de buena fe.
Por último, también resulta relevante señalar, tal y como lo hizo el Partido Conservador, el énfasis de UKIP por mantener “la identidad británica” frente a un “multiculturalismo que ha fragmentado la sociedad británica, permitiendo a los nuevos migrantes a comportarse en el Reino Unido de la misma manera que lo harían si estuvieran en sus países de origen”.
Partido Laborista (Labour Party)
La posición del Partido Laborista con respecto a la inmigración nunca ha seguido un rumbo claro. La política migratoria del Partido ha variado con respecto a su posición ideológica, cambiando del “antiguo proteccionismo laborista” del periodo de posguerra al “nuevo liberalismo laborista”, que el Partido implantó a principios de los años 90 y que les llevó a una victoria aplastante en 1997.
El “Antiguo Laborismo”, proteccionista y muy ligado a los sindicatos, se mostraba contrario a la inmigración en masa puesto que consideraban que podría bajar los sueldos y provocar el desplazamiento laboral de una parte de la mano de obra nativa. En 1997, con el giro del Partido hacia el liberalismo, su política migratoria cambió hacia la llamada managed migration, que pretendía ampliar las rutas legales de inmigración y ofrecer oportunidades laborales para aquellos que desearan trabajar en el Reino Unido.
Sin embargo, esta visión aperturista de la inmigración ha vuelto a cambiar, influenciada por las posiciones antimigración de extrema derecha de partidos como el Conservador y UKIP. En 2011, el gobierno de Coalición (Partido Conservador + Partido Liberal Demócrata) adoptó las medidas antimigración más restrictivas hasta el momento. Introdujo límites anuales a la inmigración económica no europea, y endureciendo los criterios de entrada y de asentamiento permanente para inmigrantes no comunitarios.
El terremoto
En las elecciones de la Unión Europea de 2014, el partido eurófobo y antimigración UKIP generó un terremoto político en el Reino Unido al conseguir un 28% de los votos, ganando así al Partido Conservador (24,5%) y el Partido Laborista (25,7%). Y en junio 2016, la sociedad británica voto a favor del brexit, y por lo tanto, de abandonar la Unión Europea y poner límites a la inmigración.
El discurso extremista antimigración del brexit caló en la población, sobre todo en las rentas más bajas, en los que el 76% de los votantes afirmó que “no sentían que tuvieran ningún control sobre la inmigración”. El brexit representa lo que se ha venido denominando “guerras culturales” (culture wars) en las que, en la decisión de los votantes, las clases sociales y las líneas tradicionales de partido han tenido mucho menos que ver que una defensa de los valores sociales más conservadores. De hecho, según afirma el estudio Understanding the Leave Vote, el 50% de la población que votó a favor del brexit se identificaba con el Partido Laborista.
Esta posición antimigratoria de una parte de los votantes laboristas, la contaminación informativa ejercida por partidos antimigración como el Partido Conservador o UKIP, más la cercanía de las elecciones, han ocasionado que el Partido Laborista haya decidido no pronunciarse de forma clara con respecto a sus políticas migratorias y que dentro del mismo partido, algunos miembros del Parlamento hayan ofrecido declaraciones sobre la inmigración con tintes conservadores y proteccionistas.
El nuevo programa laborista
En el programa electoral del Partido Laborista de 2017, se comprometen a no usar a los migrantes como chivo expiatorios, a no discriminar a las personas en base de su raza o religión y a no culparlos de los fracasos económicos. Defienden un nuevo sistema de migración basado en las necesidades económicas del Reino Unido, y aseguran que la administración laborista actuará para acabar con la explotación de los trabajadores inmigrantes. El Partido laborista también planea reestablecer el “Migrant Impact Fund”, un sobrecargo en el precio de las solicitudes de visado que se emplearía para la contratación de personal de servicios. De esta maneras los migrantes estarían financiando la migración.
El líder laborista Jeremy Corbyn siempre ha defendido el movimiento libre de inmigrantes comunitarios. Sin embargo, en su programa electoral asume que la libertad de movimiento se acabará con la salida de la Unión Europea, y propone medidas migratorias como permisos de trabajo, patrocinios de empresas o regulaciones de visado.
La contaminación del discurso antimigratorio
La presión y contaminación de los partidos con posturas antimigración ha causado un giro en el discurso del propio Jeremy Corbyn, quien en una entrevista con la BBC a principios de 2017 afirmó que “los laboristas no estaban vinculados a la libertad de movimiento para los ciudadanos comunitarios como principio”. Además, añadió que “el foco debería centrarse en acabar con el abuso de los trabajadores poco cualificados (…) y promover el empleo local, lo cual podría reducir la inmigración”. Semanas después de defender que “no había cambiado su punto de vista con respecto a la inmigración”, Jeremy Corbyn abandonó su postura y comentó que ahora deseaba “una migración razonablemente controlada”.
Otros miembros del Partido Laborista, como Sir Keir Starmer o Andy Burham habían defendido previamente un control sobre la inmigración, afirmando “solo se debería permitir la entrada en el Reino Unido a aquellas personas que cuenten con un trabajo asegurado”, mientras que Burham criticaba que la postura de Corbyn al movimiento libre de inmigrantes era “inherentemente discriminatoria” y dañina hacia la clase obrera británica.
Entre el brexit y la migración
Esta postura crítica con la inmigración y defensora de la tradicional clase obrera británica supuso tanto una victoria electoral para el Partido Laborista (30 escaños más que en las elecciones anteriores) como la constatación de Jeremy Corbyn como líder por méritos propios. Cuando en septiembre se filtró el documento del Ministerio del Interior acerca de la inmigración tras el brexit, una fuente dentro del partido afirmó: “la inmigración es un tema muy delicado. Queremos control en la migración, la mayoría de los sindicatos quieren control en la migración, la mayoría de los votantes quieren control en la migración”.
Sin embargo, pese al viraje de su discurso hacia la ultraderecha en materia de migración, parece ser que el Partido Laborista no consigue llegar a una postura sobre el brexit que satisfaga tanto a sus votantes urbanos como a sus votantes tradicionales de clase trabajadora. Los laboristas continúan perdiendo votos en las áreas rurales, precisamente en aquellas donde el brexit tuvo más apoyo, mientras que los votantes conservadores cada vez se encuentran más en pueblos pequeños.
Partido Democrático Unionista (Democratic Unionist Party – DUP)
DUP es el mayor partido unionista de Irlanda del Norte. En las elecciones de 2010 consiguió 8 escaños en el Parlamento Británico, en 2015 otros 8 y en estas últimas elecciones ha conseguido 10 escaños, que son los que el Partido Conservador necesitaría para poder formar gobierno (el Partido Conservador ha conseguido 318, a doce de conseguir la mayoría absoluta necesaria para gobernar.)
DUP es un partido de derechas, pro brexit, siendo así el único partido de Irlanda del Norte que respaldó la salida del Reino Unido de la Unión Europea, a pesar de que la región en conjunto votó para quedarse. Como la mayoria de los defensores del brexit, DUP considera que Gran Bretaña debe abandonar el mercado único de la Unión Europea (algo en lo que Theresa May también está de acuerdo) y acabar con la supremacía del Tribunal de Justicia de la Unión Europea.
El brexit en el programa electoral
Además de su postura frente al brexit, el programa electoral del Partido Unionista de Irlanda del Norte presenta varios puntos de diferencia con el del Partido Conservador. En materia de economía, DUP defiende mantener el llamado triple lock en las pensiones (medida establecida por la coalición del Partido Conservador-Partido liberal demócrata en la que el gobierno se compromete a subir las pensiones cada año para evitar que los pensionistas se vean perjudicados por el aumento del coste de vida).
Esta propuesta supondría la primera diferencia entre el Partido Unionista y el Conservador, pues Theresa May afirmó en repetidas ocasiones su interés por reducir el dinero asignado al triple lock. Entres sus propuestas económicas también destacan la subida del salario mínimo y la apuesta por un “renacimiento industrial” y turístico en Irlanda del Norte para aumentar la competitividad de la región.
En materia de seguridad, su visión no dista mucho de la del Partido Conservador, ya que apuestan por una revisión de la actual legislación en materia de terrorismo y un mayor control en las fronteras.
Con respecto a la inmigración, el Partido Unionista, al igual que el Conservador, defiende el establecimiento de un límite en la inmigración, así como la imposición de un mayor control en las fronteras, y la exigencia de que las personas migrantes demuestren su “contribución” al país antes de que puedan acceder a prestaciones y servicios. También proponen la implantación de un servicio de inmigración e integración para ayudar a las comunidades locales a una mejor integración de los inmigrantes.
Britain First
En noviembre de 2017, Britain First saltó a la palestra cuando Donald Trump retuiteó tres vídeos de la vicepresidenta del partido, Jayda Fransen, en los que supuestamente se mostraba a musulmanes agrediendo a personas y rompiendo una estatua de la Virgen María. Sin embargo, esta organización es tristemente conocida en el sistema político británico desde su creación en 2011.
Britain First es un movimiento político minoritario de Reino Unido, con un mensaje abiertamente islamófobo y antimigración. Está liderado por Paul Golding, antiguo miembro del ahora extinto Partido Nacional Británico y por Jayda Fransen, que ha tenido varios enfrentamientos con la policía por racismo y discurso del odio.
Britain First se describe como un “partido político y un movimiento a pie de calle”, además de “una resistencia patriota para nuestra gente, que lleva tanto tiempo sufriendo”. Fue fundado por Jim Dowson, antiguo tesorero del Partido Nacionalista Británico y el “hombre invisible de la ultraderecha británica” según The Times.
La importancia de las redes sociales
Jim Dowson enseñó a Goldin y a Fransen las posibilidades que se esconden detrás de una buena gestión de las redes sociales, y desde entonces la presencia online de la organización puede despistar acerca del impacto real de la misma. Detrás de la cortina de sus redes sociales, en las que cuenta con más de 1,9 millones de seguidores en Facebook y 27.000 en Twitter (antes de que Twitter cerrara su cuenta por incumplir las normas comunitarias), se encuentra un partido que tiene unos mil seguidores.
Pero sus posibilidades de lograr un éxito electoral son bastante limitadas (Golding se presentó en 2016 a las elecciones municipales en Londres y logró un 1,2%). Se trata de un partido que se beneficia del odio incrustado en las redes sociales, y que también utilizan para recaudar fondos. En 2014, Golding y Fransen crearon Britain First Merchandise Ltd para vender online sudaderas, camisetas y gorras con el logo del partido.
Su programa electoral es prácticamente inexistente y lo único que se puede encontrar en su página web es una enumeración de algunas políticas que llevarían a cabo si llegaran al poder.
El primer apartado está dedicado a la inmigración
. En él, exigen la deportación de todos los inmigrantes irregulares y todos los criminales extranjeros, proponen ofrecer un “generoso” subsidio a todas aquellas personas de ascendencia extranjera que deseen abandonar el país de manera permanente y además plantean deportar y rechazar a todos los solicitantes de asilo que no vengan de los países que rodean a Reino Unido. Por supuesto, también dejan claro que pararían por completo cualquier tipo de inmigración salvo en casos específicos de matrimonio y que convertirían en un acto de traición la implementación de cualquier medida que facilite la llegada y el asentamiento de extranjeros en el territorio soberano del Reino Unido.
Con respecto al Islam, formulan la prohibición completa de la religión en Reino Unido. Esta prohibición incluiría el veto al sacrificio halal, tribunales islámicos, publicaciones religiosas como el Corán o los Hadiz, el funcionamiento de mezquitas, madrasas o centros culturales islámicos, así como la enseñanza y la predicación pública de las doctrinas y escrituras islámicas. También prohibirían el uso de prendas islámicas que cubran la cara y amenazan con deportar a cualquiera que fomente la ideología del Islam.
En noviembre de 2017, la Comisión Electoral británica dio de baja al partido al no confirmar a tiempo sus detalles de registro ni pagar la tasa rutinaria de 25 libras. Esto significa que sus candidatos no pueden aparecer en las papeletas de votación bajo el nombre de Britain First.
RESULTADOS ELECTORALES
Partido Conservador
Los resultados de estas últimas elecciones en el Reino Unido supusieron un varapalo para el Partido Conservador, con un total de 319 escaños frente a los 331 de las elecciones de 2015. Con las elecciones anticipadas, Theresa May pretendía fortalecer su postura frente a la Unión Europea con respecto al brexit. Sin embargo, al perder la mayoría absoluta de la que gozaba su partido, la lideresa de los tories se ha visto obligada a buscar coaliciones con otros partidos para conseguir los 326 votos necesarios para la aprobación de cualquier ley en un parlamento sin mayoría absoluta (hung Parliament).
Para poder gobernar, Theresa May llevó a cabo negociaciones con el Partido Democrático Unionista (DUP), tras lo cual se llegó a un acuerdo de investidura (confidence and supply arrangement) entre los dos partidos, en el cual DUP se comprometió a apoyar a los Conservadores en cuestiones presupuestarias, brexit y defensa a cambio de mil millones de libras de financiación extra para Irlanda del Norte.
Los resultados electorales han debilitado la posición de Theresa May en su partido, a lo cual se ha sumado la dimisión de dos de sus ayudantes más próximos, sus jefes de gabinete Nick Timothy y Fiona Hill. La permanencia de Theresa May al frente del Partido Conservador no está asegurada, ya que no han sido pocas las voces relevantes dentro del partido que han declarado a los medios que May debería reconsiderar su posición, como es el caso de la parlamentaria conservadora Anna Soubry, o de George Osborne.
Partido Laborista
Al contrario que el Partido Conservador, el Partido Laborista ha salido reforzado de estas elecciones tras conseguir 262 escaños, 30 más que en las pasadas elecciones (232). La noche electoral no ha sido sólo una victoria para el Partido Laborista, sino para el propio Corbyn, al que los propios miembros relevantes de su partido ningunearon (“Si tu corazón está con Corbyn, hazte un trasplante”, llegó a afirmar Tony Blair).
Con respecto a las elecciones de 2015, el Partido Laborista le ha arrebatado al Conservador 28 condados, algunos de ellos de enclaves tradicionalmente conservadores como es el caso de Canterbury, que ha elegido como representante a un miembro del Partido Laborista por primera vez desde que este territorio electoral se formara en 1918.
Partido de la Independencia del Reino Unido
UKIP ha prácticamente desaparecido del mapa electoral estas elecciones, sin ningún representante en el Parlamento al conseguir solo 1.84% de los votos (comparado con el 12.6% de las elecciones pasadas). La mayoría de su voto se ha transferido al Partido Conservador, como es el caso del condado de Clacton, en el cual UKIP ganó en 2015 con un 44.4% de los votos.
Mientras que en las pasadas elecciones de 2017 el Partido Conservador arrasó con un 61.2%, relevando al Partido por la Independencia a un tercer puesto con un 7.6% de los votos. El hecho de que los tories hayan acaparado parte de los votantes de UKIP puede ser un indicador de la radicalización del discurso del Partido Conservador conforme a inmigración, seguridad y brexit, unido a una polarización de los votantes en los dos partidos mayoritarios.
Partido Liberal Demócrata
El Partido Liberal Demócrata ha conseguido un mejor resultado que en 2015, superando con 12 escaños los 8 que consiguió en las elecciones anteriores, a pesar de que su fracción de voto era mínimamente menor (7,9% en 2015 y 7,37 en 2017). A pesar de obtener un mejor resultado que en 2015, todavía distan mucho de su resultado de 2010, en el lograron 57 diputados y formaron un gobierno de coalición con el Partido Conservador. En esta campaña electoral y anunciaron que no iban a apoyar al Partido Conservador y de hecho se erigieron como una de las voces más críticas en contra del brexit.
SOCIEDAD CIVIL Y PARTICIPACIÓN ELECTORAL
En estas elecciones la participación ha sido del 68.73%, un 2% más que en 2015, y la más alta desde 1997 y el bipartidismo ha salido reforzado, consiguiendo un 82,44% de los votos en total (42,45% conservadores y 39,99% laboristas).
La participación de la fracción más jóven del electorado junto con los grupos minoritarios (BME, Black and Minority Ethnics) han jugado un papel indiscutible en estas elecciones: los menores de 25 ha sido el grupo de edad que más ha votado (un 16% más que en 2015), seguido por el voto de los grupos minoritarios, que también aumentó un 6% con respecto a las elecciones pasadas. Entre aquellos que votaron en las elecciones del 8 de junio de 2017, pero que no lo hicieron en 2015, la mayoría votó al Partido Laborista.
Según The Guardian, la edad es la nueva línea diferenciadora entre los votantes, como ya lo manifestó el brexit. Entre los votantes más jóvenes (de 18 a 24 años), los laboristas se llevaban un 60% del voto. Sin embargo, entre aquellos mayores de 64, el Partido Conservador habría ganado con 61% de los votos. Según Rachael Farrington, estudiante universitario y fundador de Voting Counts (campaña para animar a los jóvenes a votar), un factor importante en este resultado es que “la gente joven ha visto ejemplos en los que votar tiene mucha importancia, en especial en el referéndum de la Unión Europea”.
Las divisiones de votos
Junto con la edad, el nivel de educación ha sido otra línea divisoria fundamental en cuanto a intención de voto. El Partido Conservador gana al laborista por un 22% entre aquellos con una cualificación menor (GSCE, equivalente a 4º ESO, o menor). Sin embargo, el Partido Laborista se posiciona a la cabeza con un 17% de diferencia con respecto al Conservador entre aquellas personas que poseen uno o más títulos universitarios.
El nivel socioeconómico de los votantes ya no desempeña un papel tan fundamental en las decisiones electorales como antaño. Muchos de los votantes de clase trabajadora, que tradicionalmente se identificaba con el Partido Laborista, han votado esta vez a los Conservadores, aumentando así los tories 12 puntos porcentuales dentro de este grupo. Por otra parte, la clase media también ha cambiado, votando por el Partido Laborista, que también ha aumentado 12 puntos porcentuales en este grupo con respecto a las elecciones anteriores.
Los votantes pertenecientes a grupos minoritarios (BME, Black and Minority Ethnics) votaron de forma masiva al Partido Laborista, llevándose así Corbyn un 73% de sus votos (seis puntos más que en 2015). Por el contrario, la popularidad del Partido Conservador dentro de este grupo de voto bajó cuatro puntos porcentuales.
CONCLUSIONES
Las elecciones en el Reino Unido han supuesto un duro revés para el Partido Conservador y para su postura con respecto a la salida del Reino Unido de la Unión Europea. Pero más allá de las connotaciones políticas de estas elecciones, los programas electorales de los Partidos junto con los resultados electorales nos han permitido extraer varias conclusiones en el tema de la migración en el Reino Unido.
En primer lugar, podemos observar una total contaminación de las políticas antimigratorias en todo el espectro político. El Partido Conservador, capitaneado por Theresa May, ha endurecido su discurso migratorio, hablando de dar preferencia a la lucha contra el “terror” frente a los derechos humanos y el énfasis en los “valores británicos” frente al “extremismo”. Este interés por recalcar la identidad británica como la verdadera frente a la identidad de los “otros”, es también compartida por el Partido de la Independencia del Reino Unido (UKIP).
Por parte de los partidos de centro-izquierda, ambos han mencionado la importancia por combatir la retórica tóxica frente a la inmigración (Partido Liberal Demócrata) y la necesidad de no juzgar en base a raza, religión y condición sexual, además de no culpar a los inmigrantes por los problemas económicos del Reino Unido (Partido Laborista). Sin embargo, a pesar de su esfuerzo, han sucumbido a la retórica antimigración al defender mayores poderes a guardias fronterizos (Partido Liberal Demócrata) y un mayor control de fronteras (Partido Laborista).
El extremismo de los partidos
También se hace palpable el extremismo del Partido Conservador en su disposición a pactar con el Partido Unionista Democrático (DUP), que aunque este partido no tenga mucha relevancia en cuanto a política exterior, sí resulta sorprendente el carácter antiabortista y homófobo del mismo.
Una de las consecuencias electorales más directas de esta radicalización hacia la extrema derecha en el discurso del Partido Conservador es la pérdida de votos de UKIP. El Partido Conservador ha acaparado el mensaje de UKIP en temas relativos al brexit, seguridad e inmigración y ello ha provocado que muchos de los votantes de UKIP en las elecciones de 2015 hayan optado por confiar en la opción conservador en las de 2017.
Por otra parte, ha habido una gran movilización de voto entre los más jóvenes y los grupos minoritarios. La Operation Black Vote defiende que el voto BME (Black and Minority Ethnics) ha sido fundamental en la alta participación en las elecciones de 2017, y la mayor parte de su voto (73%) fue destinado al partido laborista.
Las conclusiones que podemos extraer analizando los datos de estas últimas elecciones en el Reino Unido no nos sirven para medir la opinión que los votantes acerca de la migración. Sin embargo, sí que podemos extraer que todo el espectro político ha sufrido una contaminación general de las políticas antimigración de la extrema derecha y que la población más jóven y los grupos minoritarios han jugado un papel fundamental en la mejora electoral que han conseguido los partidos de centro-izquierda, el Partido Liberal Demócrata y el Partido Laborista, los “menos” contaminados por la creciente retórica tóxica frente a la inmigración.
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