El mensaje es la botella

En los últimos 40 años la cantidad de fragmentos de plástico que flota en la superficie de las aguas se ha incrementado más de cien veces. Desde 2011, la Asociación Ambiente Europeo ha inventariado unas 695.000 basuras marinas a través de más de 7.300 voluntarios en distintos puntos de la geografía española.

Esa botella de plástico que hoy has visto tirada en el suelo puede entrar en el alcantarillado, viajar por las tuberías y llegar al mar. Tardará 450 años en descomponerse y, ese tiempo, es el tiempo del que dispone cualquier animal para confundirla con comida.

Esa botella solo será uno más de los 45.000 fragmentos de residuos plásticos que flotan en el océano de media por kilómetro cuadrado, y que no solo afectan a más de 600 especies de fauna marina, sino a los ecosistemas, la economía, el turismo, el gasto público, la seguridad y la salud.

Desde 2011, la Asociación Ambiente Europeo (AAE), ha inventariado unas 695.000 basuras marinas a través de más de 7.300 voluntarios en distintos puntos de la geografía española. Estas solo constituyen un pequeño porcentaje de los casi 9 millones de toneladas de residuos que llegan cada año a los océanos de nuestro planeta, y de los 8 millones de objetos que son arrojados al agua cada día.

A pesar de que las cifras son alarmantes, la gran mayoría de la población mundial no está concienciada con esta realidad. Formamos parte del problema, pero no de la solución. Como señala AAE, “tiramos piedras contra nuestro propio tejado maltratando y destruyendo el sistema que da soporte vital a nuestro planeta”.

El coste causado a los ecosistemas marinos asciende a 12.000 millones de euros por año

¿Cuál es origen del cambio? La información. Por ello, la estrategia de la Asociación Ambiente Europeo se centra en cinco pilares que tienen la información como punto de partida: profundizar en el conocimiento científico, construir un movimiento social por Mares Libres de Residuos (comunicación, concienciación y formación), crear sinergias con diversos sectores, participar en acciones de incidencia política y divulgar y promover conceptos como el de Economía Circular.

¿Cómo se concreta esta estrategia en la práctica? Coordinando en España el proyecto Limpieza Internacional de Costas (International Coastal Cleanup) de la organización Ocean Conservancy, que cuenta con la participación anual de más de medio millón de personas en más de 100 países. Su labor es recolectar, clasificar y registrar en tarjetas de datos los residuos presentes en costas y fondos de mares y ríos. Este es el principal valor diferencial, ya que la información obtenida resulta fundamental para desarrollar y proponer políticas basadas en información objetiva.

La limpieza de la costa no acaba con el problema, es necesario atacarlo desde su origen. Para ello, la información traducida en números y porcentajes se convierte en un arma movilizadora de conciencia social, modificadora de hábitos.

En 2014 el 80 por ciento de los residuos recogidos e inventariados por los voluntarios, dentro del marco del proyecto de Limpieza Internacional de Costas, estaba formado por objetos de un solo uso. Se recogieron 1.100.000 bolsas de plástico y suficientes vasos, platos y cubiertos desechables como para montar un picnic para 100.000 personas.

La cantidad de trozos de plástico que flota en la superficie se ha incrementado más de cien veces en los últimos 40 años

Si una botella de plástico tarda 450 años en descomponerse, una bolsa del mismo material puede recorrer el océano miles de kilómetros durante décadas a través de corrientes marinas. De acuerdo a la información suministrada por el Instituto de Oceanografía Scripps, el 90 por ciento de los peces estudiados en el océano Pacífico tenían plástico en sus estómagos y la cantidad de trozos de plástico que flota en la superficie se ha incrementado más de cien veces en los últimos 40 años.

Estos restos de plástico son confundidos por el sistema endócrino de los peces como la hormona estradiol, lo que provoca un trastorno hormonal en las especies marinas afectadas. Siguiendo la cadena, muchas de estas especies son consumidas por seres humanos, lo que tiene como resultado la ingesta de químicos tóxicos.

Si nos centramos en lo económico, Naciones Unidas calcula que el coste causado a los ecosistemas marinos asciende a 12.000 millones de euros por año, una deuda que tarde o temprano se acaba asumiendo.

Las empresas deben ver la necesidad de cambiar o mejorar la tecnología o los materiales empleados en sus envases e incluso modificar o reducir el material de empaquetado. Asimismo, el público en general tiene que tomar conciencia de lo que significa arrojar residuos donde no debe, disponer de ellos adecuadamente, optar por el reciclaje o adoptar comportamientos que favorezcan la reducción de la basura que acaba en el mar. Es necesario acabar con una sociedad desechable, es necesaria una mayor planificación de estrategias a todas las escalas.

Existe un lugar llamado el ‘callejón del cáncer’. Se llama así porque la industria petroquímica transforma el petróleo en plástico y durante el proceso mata a personas

Desde el punto de vista de la justicia social, Van Jones, autor del libro The Green Collar Economy (2008), expone en una presentación para TED cómo la contaminación del plástico va más allá y afecta a las personas con menos recursos: “Existe un lugar llamado el ‘callejón del cáncer’. Se llama así porque la industria petroquímica transforma el petróleo en plástico y durante el proceso mata a personas. Acorta las vidas de quienes viven en el Golfo. El petróleo y sus derivados no solo causan problemas cuando hay un derrame, también cuando no lo hay. Y a menudo no apreciamos el precio que los pobres han de pagar para que nosotros tengamos productos desechables”.

No se ven afectados únicamente en la fase de producción, sino también en la de consumo. Existen productos plásticos que resultan perjudiciales para la salud y que, también, resultan ser los más económicos. Cuando los ingresos son limitados la posibilidad de elegir también queda limitada al consumo de estos productos.

Tras la producción y el consumo, al ser un material que tarda siglos en degradarse, queda una última fase, ¿qué pasa después? Si el producto no se recicla puede acabar convirtiéndose en un residuo marino y dando lugar a la situación que tratamos, pero, ¿y si sí se recicla? Como indica Van Jones, en muchos países en desarrollo reciclar plástico significa incinerarlo, y eso libera productos químicos tóxicos que, una vez más, matan a personas: “Así que son los pobres los que fabrican estos productos en centrales petroquímicas como ‘el callejón del cáncer’. Son los pobres los que más consumen estos productos. Y son los pobres los que incluso al final, en el reciclado, terminan perjudicados. Nuestra adicción a todo lo desechable acorta sus vidas”.

Es por estos motivos por los que surgen nuevos actores como la Asociación Ambiente Europeo o Oceans Conservancy. En el siglo XXI, cuando encuentras una botella en el suelo que tardará 450 años en degradarse, el mensaje no está en la botella, sino que es la propia botella.

Radiografía de la noticia

Los datos de este artículo están extraídos del vídeo y documento informativo de la Asociación Ambiente Europeo así como de la conferencia de Van Jones para TED.