Marcados por la precariedad, la pobreza y la exclusión, los jóvenes se han convertido en unos de los grupos más vulnerables de la sociedad española. En los últimos ocho años de crisis. Sin embargo, es el país en su conjunto el que está afrontando las distintas consecuencias demográficas, democráticas y productivas del abandono y olvido de este colectivo. Los jóvenes constituyen una pieza fundamental en el mantenimiento del sistema de bienestar y en el futuro económico de España.

Los recortes en el gasto público han provocado que las distintas prestaciones sean insuficientes para resolver los riesgos que acumula este colectivo. Los costes para el país se multiplican en forma de inversión educativa perdida y productividad desaprovechada. Por un lado, el sistema educativo está perdiendo peso como herramienta de igualación de oportunidades. Por otro, los riesgos del colectivo joven han llevado a una relación cada vez más débil entre la formación y la satisfacción laboral, lo que dificulta la inserción productiva de la juventud.

Los costes de esta precarización laboral e individual de los jóvenes repercuten directamente sobre el estado de bienestar, agravando el problema estructural que arrastra el país desde hace años, con tasas de fecundidad muy bajas, emancipación tardía y retrasos en la edad para tener hijos. Tanto la evolución prevista de la pirámide poblacional como la de los ratios de dependencia y pensiones advierten de que, de no revertirse las dinámicas demográficas y laborales que afectan a la juventud, el sistema de bienestar correrá un serio peligro en los próximos años.