Detrás de la cortina de humo de la crisis, en la que todo parece justificado por un “hemos vivido por encima de nuestras posibilidad”, sobresalen los nombres de 2.721.561 niños y niñas que las estadísticas engloban como pobres en España, en nuestros país, alrededor de nosotros. Hacen falta uno de cada tres para que sintamos el bochorno por un momento. Que su situación se revierta, pese a todo, es responsabilidad de políticos con nombre y apellido. Salvaguardar el bienestar de la infancia y evitar que aquellos que no pueden cuidar de sí mismos se vean abocados a una vida lastrada es una tarea que deben realizar a quienes elegimos para ello.

Cuando eso no ocurre, y los encargados de educar a los más pequeños son los mismos que se ponen la capa de superhéroes para salvarles es que algo falla. El problema es doble cuando además hay que decirle a los de arriba que eres tú quien estás haciendo su trabajo. Así nace Gosariak, una iniciativa impulsada por un grupo de ciudadanos comprometidos que durante seis meses repartió 9.000 almuerzos a 150 niños que acudían a clase sin desayunar. Nada más básico que un kit compuesto por un vaso de zumo, otro de leche y 30 gramos de galletas. Sigue leyendo en 3500 Millones, el blog de El País.

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