Ninguna madre pone en peligro la vida de su hijo si no es porque huye de algo peor. En la madrugada del 11 de enero, una mujer congoleña que se subió, en la costa de Tánger, a una torpe lancha hinchable, junto a su hijo de unos seis años y una docena de personas más. Estaban dispuestos a cruzar el Estrecho, a pesar de la noche y el frío.
Ella está muerta y su hijo, al que llamaremos Samuel, también. No podemos preguntarles por qué arriesgaron así su vida. Pero, sinceramente, da igual. Sabemos la respuesta: ninguna madre pone en peligro la vida de su hijo si no es porque huye de algo peor…