«¿Es posible cambiar la opinión de alguien sobre la migración?». Esa fue la pregunta que abrió la puesta de largo de Diásporas, el proyecto con el que la Fundación porCausa quiere proponer una mirada nueva sobre nuestro modelo migratorio, un sistema roto, violento y que vulnera con una aborrecible frecuencia los derechos humanos de las personas que intentan llegar a Europa.
Diásporas
La Fundación Abogacía fue la anfitriona de la cita, que llevaba por nombre #EnLasFronteras y contó con la presencia de la revista Política Exterior y el Overseas Development Institute (ODI). Este último, un influyente think tank británico dedicado al desarrollo internacional y los asuntos humanitarios, presentó también su trabajo Journeys to Europe, una investigación que profundiza en la influencia que las políticas públicas de los países de destino tienen en las decisiones de migrantes y refugiados, tanto antes de emprender el trayecto como una vez que ya están en camino.
And here is @rich_mallett in action asking a pretty important question @ODIdev @porCausaorg pic.twitter.com/Jd7lP6JTeo
— Marta Foresti (@martaforesti) 28 de abril de 2016
Richard Mallett, investigador del ODI, empezó planteando las preguntas que guiaron sus pesquisas: «¿a qué países se dirigen los migrantes y refugiados? ¿Cómo lo hacen? ¿Qué factores influyen en sus elecciones?». Estas cuestiones llevaron a los encargados del proyecto a entrevistar a 52 personas de Siria, Eritrea y Senegal en cuatro ciudades europeas distintas: Madrid, Berlín, Londres y Manchester. Las conclusiones fueron claras: el propio viaje influencia sus decisiones. Pero, además, la investigación puso en evidencia que la precariedad de los trayectos es con frecuencia la norma y que las políticas de contención, que se multiplican estos días por toda Europa y dejan a Schengen en paños menores, no alteran drásticamente las decisiones de las personas que llegan. En este sentido, Mallett sugirió que el desvío de estos flujos es mucho más probable que su prevención.
En pocas palabras: «cuando una puerta se cierra, otra se abre».
El cierre de una ruta, por tanto, tiene como consecuencia la apertura de una nueva. Una mirada rápida a las fronteras meridionales y orientales europeas basta para encontrar confirmación a estos desplazamientos de flujos. Si cierran la ruta de los Balcanes, las personas cruzarán de Libia a Italia. O intentarán pasar de Marruecos a España. Con frecuencia, no obstante, estas nuevas rutas son más caras y más peligrosas. El resultado es que muchos no vuelven a pisar tierra firme.
“En asuntos públicos tan complejos como la pobreza y la desigualdad existe un debate público superficial, mal informado y tendencioso»
¿Qué importa entonces a estas personas que llegan a Europa? La quinta conclusión de la investigación responde a esta pregunta: el trabajo y la educación. Las posibilidades de futuro, en definitiva; un futuro al que no tienen acceso en sus países de origen, ya sea por guerras, conflictos, persecuciones, desastres naturales, pobreza, epidemias o hambre.
El trabajo del ODI incluye unas recomendaciones que tienen como referencia la «inevitabilidad» de los flujos migratorios y que Mallett resumió en los siguientes puntos: hacer los viajes más seguros, crear un sistema europeo para gestionar las llegadas más rápido y centrar las políticas en la entrada y la integración de estas personas.
Para ello, insistió el británico en su ponencia, es imperioso un cambio de las narrativas públicas y políticas sobre la migración.
Áurea Moltó, subdirectora de Política Exterior y moderadora del debate, alabó el «sentido común» de las conclusiones del ODI: «La impresión que tienes es como cuando alguien te da un consejo y te ofrece una solución sencilla que tenías ahí y no habías visto». Las políticas reactivas de los Estados europeos, criticó la periodista, se han llevado a cabo sin conocer el origen ni las causas del fenómeno migratorio.
Gonzalo Fanjul, codirector de porCausa, situó la cuestión del cambio de narrativas en el fundamento de una organización como la fundación de la que forma parte. «En asuntos públicos tan complejos como la pobreza y la desigualdad existe un debate público superficial, mal informado y, en el peor de los casos, tendencioso. Yo diría que la inmigración y la crisis de los refugiados son un ejemplo de lo segundo», argumentó el analista. Las portadas sobre «asaltos masivos» a las vallas de Ceuta y Melilla siguen a la orden del día, contribuyendo a la construcción de la imagen de la inmigración como una amenaza.
Sobre esta amenaza habló también Juan Iglesias, del Instituto Universitario de Estudios sobre Migraciones de la Universidad Pontificia de Comillas. Según el experto, se presenta la inmigración como una amenaza en términos económicos, de seguridad y de identidad, legitimando así políticas de restricción y exclusión. «Se trata, además, de discursos y narrativas con gran rentabilidad electoral», añadió.
Cuando hay que buscar culpables, la inmigración se convierte en el chivo expiatorio, en la explicación de los problemas.
«Es necesario atravesar esta narrativa y construir otra», propuso Iglesias. A su juicio, la migración ha sido parte imprescindible de la construcción del modelo económico europeo, que requería de una mano de obra barata. De los inmigrantes que llegaron, recuerda, «la gran mayoría se ha quedado y se ha nacionalizado».
En este sentido, y al contrario del discurso hegemónico, no es posible hablar de este fenómeno como algo externo: «la migración forma parte de lo que somos».
Marta Foresti, directora de Gobernanza y Seguridad del ODI, habló sobre las posibilidades que tienen quienes trabajan en lo que llamó «la industria del conocimiento» (think tanks, universidades, centros de investigación, etcétera) para contribuir a esta modificación de las narrativas.
En primer lugar, pueden poner al descubierto las inconsistencias y falsedades de estos discursos, como el de los migrantes que vienen a sacar provecho de nuestros sistemas de bienestar. En segundo lugar, tienen las herramientas para explicar las consecuencias económicas y sociales positivas de la llegada de mano de obra inmigrante, que pueden ser percibidas de manera desigual por personas de diferente trasfondo social, económico o cultural. Y en tercer lugar, pueden reequilibrar la polarización que existe entre la urgencia de recibir a refugiados que necesitan protección y la llegada de inmigrantes económicos «ilegales» que vienen en busca de una vida mejor.
Aquí, señala Foresti, el discurso público entiende «buscar una vida mejor» como algo negativo. «El refugiado sirio, a pesar de que huye en busca de seguridad, también busca trabajo, oportunidades y educación. Esto hace a las experiencias, elecciones y motivaciones de estos dos individuos similares», reflexionó la investigadora.
Llegados a este punto, Gonzalo Fanjul insistió en el objetivo del proyecto Diásporas: «No queremos influir en los términos del debate, queremos cambiar los términos del debate«.
Para ello, enumeró tres puntos de referencia. Primero, algunas cosas deben quedar fuera del debate. «Hay Convenciones que son inapelables». El derecho de los refugiados a solicitar asilo en los países europeos, en este sentido, no puede ser cuestionado. Segundo, Europa debe actuar conforme a sus valores: «Europa lleva cincuenta años pontificando en el mundo entero sobre lo que los demás deben hacer con los refugiados cuando entran en sus propios países.
Esta es la ocasión de que Europa actúe de acuerdo a los valores que ha planteado». Y tercero, la reconsideración del modelo. «Operamos en un modelo migratorio que vive de espaldas a las verdaderas pulsiones de la movilidad», explicó. La desigualdad, los cambios en el mercado de trabajo y los fenómenos naturales extremos se intensificarán en los años próximos. Este proceso no debe aportar nuevas respuestas a viejas cuestiones, sino cambiar las preguntas que nos hacemos.
El investigador y analista hizo entonces referencia al concepto de arquitectónica de la exclusión, enfoque integrado en la investigación de Diásporas.»Es la arquitectura como ideología», explica. El resultado, que se desprende del vídeo que aquí les ofrecemos, es hacer preguntas que el debate actual no permite formular: «¿por qué es necesario construir una valla como la de Melilla?», ejemplifica Fanjul.
Arquitectónica de la exclusión from porCausa on Vimeo.
Mallett quiso aplicar este mismo método al debate sobre la integración.
«Nos preguntamos sobre qué pueden hacer los gobiernos para apoyar a esta gente. La otra cara es: ¿qué pueden dejar de hacer los gobiernos para facilitar este integración?». Las restricciones de acceso al mercado laboral en España o Reino Unido son algunos de los obstáculos que las autoridades europeas mantienen y cuya modificación marcaría una diferencia radical para quienes vienen a vivir y trabajar en nuestros países.
Sobre la exigua acogida que los gobiernos como el español han proporcionado a los refugiados, Fanjul insistió en la dinámica del «mínimo común denominador» entre los socios comunitarios: «El rasero lo marcan líderes como Viktor Orbán o Xavier García Albiol». Foresti puso el acento sobre las lagunas del derecho internacional humanitario: «existe un derecho humano a migrar, pero no una obligación de acoger», poniendo de manifiesto la paradoja jurídica que mantiene varadas a centenares de miles de personas en Idomeni, Nador, Lesbos o Kilis; la misma que ha enterrado en el fondo del Mediterráneo a más de setecientas personas en apenas cuatro meses.