Como licenciada en Ciencias de la Información, Belén de la Banda dedicó sus ocho primeros años profesionales a la radio y la televisión como periodista y guionista. No obstante, compaginó el trabajo con el activismo como voluntaria.
Hasta el momento en el que se le planteó la oportunidad de dejar a un lado el periodismo para dedicarse a la cooperación. Primero, cubrió una baja en la organización Oxfam Intermón y, después, cambió España por Perú para trabajar cinco años en el terreno.
A su regreso de Latinoamérica, continuó trabajando en Oxfam, una dedicación sobre la que, después de veinte años, no puede evitar sonreir al conversar sobre ella. Habla con pasión y orgullo al definirla como «maravillosa». Además, su defensa de la difusión de la información y las denuncias de las situaciones injustas, le llevaron a apoyar como pionera a porCausa. No solo ella, sino también su marido y compañero de vocación, Nacho Gonzalo.
¿Por qué decidiste dejar los medios de comunicación para dedicarte a la cooperación?
En el año 95 estuve trabajando en un programa de televisión que hacía periodismo de investigación: los GAL, terrorismo, corrupción… Casi todos los lunes teníamos que levantar el programa porque había algún caso como la aparición de Roldán. Era estupendo pero no lo veían ni nuestras madres, así que la cadena lo quitó.
Como llevaba mucho tiempo en cosas de voluntaria y como periodista estaba el asunto muy complicado para hacer cosas buenas, me dije: voy a darle una vuelta. Hubo una vacante en Oxfam para llevar la comunicación y la educación y hasta ahora, veintiún años.
«Cuando yo empecé, Intermón era la única oenegé que hacía las cosas bien, que recopilaba noticias de internacional, que tenía un perfil de organización muy profesional»
¿Qué te llevó a colaborar en la oenegé de economía solidaria Setem?
En esa época no había muchas organizaciones y todo estaba muy vehiculado por congregaciones religiosas. Había mucha gente que tenía ganas de hacer voluntariado y, en cambio, no había tantas posibilidades de que eso fuera internacional. Trabajaba en un programa llamado Colabora y Aprende al que se apuntaban profesionales que o bien estaban acabando la carrera o en sus primeros años trabajand,o ya que tenías que conseguirte tú mismo la financiación para el viaje. En España, lo de querer hacer cosas de cooperación, lo de irte en verano a no sé dónde, era de raritos.
Lo que nosotros hacíamos en ese programa era ponerles en común, agruparles, hacer formación y contactarles con comunidades del sur que hacían cosas interesantes y que podían tener interés en conocer gente de aquí. Cuando conoces otra realidad, te educa y te cambia. Me he dedicado profesionalmente a esto en cuanto he tenido la oportunidad.
¿Qué fue lo que te llamó la atención de Oxfam cuando empezaste?
En Setem organizábamos muchas cosas y cuando sacábamos dinero no nos lo quedábamos, se lo dábamos a Intermón porque nuestro objetivo era la sensibilización. En esa época, Intermón era la oenegé, eran los que lo hacían bien cuando yo estaba fuera. Era la única oenegé que recopilaba noticias de internacional y que tenía un perfil de organización muy profesional.
A finales de los 90 te fuiste a trabajar a Perú. ¿Qué es lo que te empujó a hacerlo?
En mi grupo de la universidad nuestro proyecto fue el germen de lo que es Setem. Yo trabajaba en medios pero mi ocio era Setem. Organizaba viajes al sur y visitas del sur a aquí, como intercambio. Conocí a Nacho en ese contexto. Él llevaba ya muchos años trabajando en la reforma de la educación en España y, en sus vacaciones, muchas veces iba a visitar proyectos de escuelas. Él iba a viajar a Guatemala. Ambos habíamos pensado en trabajar como cooperantes y por eso nos fuimos a Perú. Estuvimos el año anterior buscando proyectos posibles, contactando con gente de estos países y encontramos un sitio donde podíamos trabajar los dos.
¿Cómo fue vuestra vida allí?
Los dos primeros años estuvimos en la organización Fe y Alegría, que aquí se conoce como Entreculturas. Es una organización que tiene colegios en distintas zonas rurales y deprimidas de Perú. En ese momento estábamos llegando a 50 colegios con muy buenos proyectos. Hemos ido a zonas de Perú que no mucha gente conoce, hemos estado en barrios de Lima donde la gente no va si puede evitarlo y allí criamos también a los niños. Era un contexto superestimulante, no puedes dar nada por hecho, siempre estás aprendiendo. Las costumbres son muy diferentes y la forma de hablar te confunde: allí la gente nunca te dice que no por educación.
La gente siempre ha sido muy generosa con nosotros. El hecho de ir como cooperante o como voluntario hace que ya te estén regalando un pequeño colchón. Ese colchón ha sido maravilloso.
La segunda parte estuvimos trabajando en proyectos de Aecid, Nacho coordinaba el proyecto de formación profesional y yo trabajaba en el centro cultural. Allí todo el rato tenías la sensación de contribución. Cuando en un colegio ves cómo los niños con los que has trabajado tendrán la oportunidad de ir a la universidad, ves cómo cambian sus vidas. Muchos han tenido la oportunidad de estudiar porque estaba en ese colegio. Para mis hijos ha sido un ejemplo maravilloso porque ellos han visto que las cosas no son fáciles. Allí había chicos vendiendo pan o trabajando de cobradores de combis y llegan al cole agotados, había muchos niños que se duermen en clase, que no han comido bien…
«Trato de estar mucho en la calle para saber lo que piensa la gente. Es un aprendizaje permanente, estoy todo el rato hablando con expertos de una cosa y de otra»
¿Qué año era entonces?
En el 97, un momento histórico. Todavía estaba Fujimori, en la última etapa de su mandato, cuando había todo tipo de violaciones de los derechos humanos y corrupción. Pasó una cosa superemocionante. Había una artista, Susana Torres, que con un colectivo de gente se iba delante del Palacio de Gobierno todos los viernes a la una. Llevaban barreños en los que lavaban banderas del Perú y las colgaban delante del Palacio de Gobierno como diciendo que tenían el país sucio. Cuando cayó Fujimori, hicieron la última lavada de bandera. Con el gobierno de transición de Valentín Paniagua, lavaron una bandera muy grande, la doblaron y se la entregaron.
A tu vuelta a Madrid, volviste a la oficina de Oxfam. ¿Cómo ha cambiado tu trabajo a lo largo de los años?
Estuve casi siempre trabajando en campañas, en los equipos que hacen incidencia, movilización social… pero haciendo la parte de comunicación, eventos, firmas online y offline… que la gente se entere de que hay un problema. Desde hace tres años estoy en el equipo de comunicación pura y dura, haciendo campañas.
¿Qué es lo que más te gusta del día a día?
Trato de estar mucho en la calle para saber lo que piensa la gente. Me gusta mucho lo que hacemos con una batería de blogs que tenemos en diferentes periódicos. Cada uno tiene su carácter y todos son corales. Pienso de qué tendríamos que hablar y quién puede hacerlo. Es un aprendizaje permanente, estoy todo el rato hablando con expertos de una cosa y de otra. Es una delicia.
También me gusta toda la parte de los influyentes, quién puede ser la persona que puede dar la cara por este tema o por el otro… A quién podríamos pedirle que lleve cada causa. Es un pozo sin fondo, para todo se te ocurren 35 cosas más que se puede hacer.
¿Por qué te parece importante que existan onegés como Oxfam o Setem?
Mi experiencia es que hay algunas cosas de tu trabajo en una oenegé que se desprecian y que años más tarde, todo el mundo las coge. Cuando sacamos en Oxfam el primer informe sobre desigualdad, la gente decía que eso no eran datos. Ahora nadie discute que eso es una realidad global muy preocupante. Mi carácter es de emprender las causas cuando la gente las da por perdidas.
He visto muchas oenegés que empiezan envasando cosas al vacío para mandarlas a Guinea. Si estás dispuesto a estar envasando hasta las cuatro de la mañana para mandarlo a Guinea, con ese tiempo y ese entusiasmo incluso físico, podemos hacer miles de cosas. Ahí está el origen del asunto.
A día de hoy, ¿en qué se diferencia Oxfam del resto de organizaciones?
Somos una organización generalista porque estamos a todo y eso es cada vez más inviable. Pero también es verdad que siempre vamos a la causa de los problemas. Trabajamos en desarrollar el árbol de necesidades y cuáles son las respuestas más adecuadas.
La mayor parte de los problemas están un paso más allá, se resuelven con la incidencia política. Si no tocas el esquema de desigualdad, de riqueza y pobreza interna en los países, es difícil cambiarlo. Oxfam molesta a los poderosos, lo cual es curioso en una organización que es grande, que es reconocida. Está muy bien enfocada, es también activista.
¿Qué temas crees que deberían aparecer con más frecuencia en los medios?
Los temas de pobreza en España, los desahucios, la malnutrición infantil, salen solo cuando son una emergencia. Durante el gobierno de Zapatero había unas estadísticas irregulares que decían que un veintitantos por ciento de la población estaba en riesgo de exclusión. Quiere decir que de cada cuatro personas que conoces, una tiene un problema muy serio y no hemos estado contándolo ni leyéndolo ni movilizándonos por eso. No tenemos herramientas para entender la pobreza en España.
Cuando presentaron el informe de pobreza de Oxfam en Europa, el periodista Eduardo Inda le dijo a mi compañera investigadora que no veía tantos pobres por la calle como decíamos nosotros que había. Que una persona sea pobre no quiere decir que esté en la calle tirada, que sea un indigente o una persona sin hogar. Quiere decir que quizá no tenga una casa propia, que está viviendo en una casa de un familiar o que está viviendo en un edificio que ha ocupado.
«Nuestras normas migratorias están hechas con un criterio estrecho, defensivo, sobre una serie de temas que nos interesan mucho en Europa, pero que no son la solución a los problemas globales»
Ahora que ves los medios de comunicación desde fuera, ¿crees que están cumpliendo con su función informativa adecuadamente en temas, por ejemplo, como la crisis de refugiados?
No se está reflejando la dificultad y la magnitud que tiene. Todos los problemas de base que está generando esto, que no es más que un pequeño pico de la crisis migratoria, en realidad. Nuestras normas migratorias no responden a una realidad mundial que necesite una solución. Están hechas con un criterio estrecho, defensivo, de una serie de temas que nos interesan mucho en Europa, pero que no son la solución a los problemas globales. Cuanto menos compromiso hay con la realidad, con el sufrimiento, con la auténtica pobreza y el auténtico conflicto, más crisis te vas a encontrar.
Como no hay ningún compromiso político porque es algo que no da votos y los medios tampoco lo tienen porque es algo que no da publicidad, es muy difícil. Lo que sí veo es que hay muchos periodistas de medios pequeños que están yendo a documentarlo. Medios que tienen flexibilidad y capacidad de adaptación, aunque precisamente para ellos sea mucho más difícil por su tamaño. Los medios deberían tirar más por el contenido real de lo que está sucediendo y mucho menos por las distintas teorías políticas que se construyen al respecto, que son todas de usar y tirar, porque no se sostiene ninguna.
¿Y qué opinión te merece la reacción de la sociedad europea?
Hay una parte que está movilizada para responder, como pueda, a esa realidad. Cuando hay una emergencia, la gente en España se moviliza. Cuando hubo el terremoto de Haití, no se parece en nada lo que pasó aquí con lo que pasó en otros países. Cuando se consigue entender que lo que ocurre es grave, es una prioridad. La gente se pasa meses, y hasta años, organizando actividades, un grupo scout, una parroquia, un grupo de amigos, un grupo de música. Eso está pasando con la crisis de refugiados. También hay algunas instituciones públicas que, a pesar de cierta bisoñez, tienen una visión clara de que esto es un tema de derechos humanos y que hay mucho por hacer. A pesar de que el Gobierno o la Unión Europea digan que esto es difícil, esto es mucho más fácil de lo que parece.
En los últimos años los recortes también han afectado a las organizaciones y ha habido distintas situaciones que distorsionan eso. Pero existe una manera de hacerlo y se sabe cuál es, no debería ser tan complicado. Si la sociedad civil está movilizada se deberían encontrar los cauces.
¿Y los poderes públicos ?
Europa se pone a sí misma con mucha frecuencia en la posición de ver sus propias incoherencias y de enfrentarse a ellas de la peor manera, porque es incapaz de ser un continente unido y estable que, de verdad, cree en los derechos humanos e invierte en ellos en lugar de utilizarlos como excusa. Y España ya no digamos, está en el culmen de la incoherencia. Es evidente que estas personas no están viniendo porque quieran quitarnos lo que tenemos sino porque están huyendo de un problema muy grave, no solamente de Siria o Eritrea, sino también de la supervivencia en otros muchos contextos.
No solo son insuficientes sino que van en sentido contrario, porque no solamente son parte del problema, sino que son parte de los palitos en las ruedas que se ponen a las soluciones. Que estén diciendo como si fuera gran cosa que vienen 18. Hombre, ¿qué son 18 personas? Por supuesto que puedes acoger 18, ¿por qué has tardado tantísimo en acoger 18? Y que parezca que… encima los traes de noche, a oscuras, para que no se vea mucho.
La solución al problema tiene que ser a lo bestia, no traer a cuatro.
¿Qué os llevó a apoyar a porCausa?
Lo que hace porCausa es muy especial, tanto por las causas como por la manera de abordarlas. Es gente que se está preocupando de que las cosas se conozcan, con información de calidad. De dar trabajo a periodistas buenos y jóvenes. Creo que es algo práctico, que tiene efecto. El tema de los jóvenes es fundamental y nadie se está preocupando de este asunto. Antes de ser pioneros, participamos en el crowdfunding del documental ‘Futuro imperfecto: Carmen y Jimena‘, donde se ve que es una edad con mucho potencial e intereses, con tantas capacidades y gente tan buena.
El equipo humano de porCausa está preocupado por temas que realmente deberían de estar importando a la sociedad. Tiene el potencial de manejar esos contenidos en las direcciones correctas, lo cual, probablemente, sea lo más difícil. Es una organización con muchísimo potencial, capaz de aprender. Y todavía está en fase de sumar esfuerzos.
¿Tienes algún consejo para el equipo?
Perseverar con esa dinámica de aprender y cambiar, aprender y mejorar. Porque una estructura flexible como esta puede aprender mucho. Que aproveche, porque ahora es el momento en el que está aprendiendo a ser lo que es.