La desigualdad de ingresos y la de género son las sospechosas habituales cuando organizaciones, expertos, académicos y, cómo no, los datos y estadísticas, alertan de la fragmentación que se está produciendo en nuestra sociedad. A ellas se debe añadir una más: la desigualdad generacional.
Esta es la principal conclusión del proyecto Sueños Rotos. Retrato de una generación marcada, una colaboración de porCausa y el Consejo de la Juventud de España. El impacto de la recesión económica y de las medidas de ajuste adoptadas para hacerle frente ha atrapado a toda una generación en un desajuste de expectativas.
«Nos dijeron: sed buenos, estudiad mucho, no os metáis en líos», recordaban los jóvenes que participaron en el Foro porCausa el pasado 23 de noviembre. La promesa era una vida mejor que la de sus padres, más oportunidades, mejores trabajos, mejores sueldos. La misma que se hizo a todas las generaciones anteriores. Para los jóvenes de entre 15 y 30 años no parece que vaya a materializarse a menos que sean sus propias familias las que propicien con sus recursos esa mejora.
La crisis económica se tradujo en una del mercado laboral que se ha ensañado con la población joven, tal y como evidencia una tasa de para juvenil que en el penúltimo trimestre de 2015 alcanzaba al 46’6% de los jóvenes de entre 16 y 24 años. Por otro lado, una reforma laboral cuyo objetivo era facilitar la creación de puestos de trabajo ha supuesto la precarización de unas condiciones laborales que, marcadas por la temporalidad, la parcialidad de las jornadas y la sobrecualificación, ya no constituyan una garantía frente a la pobreza. El porcentaje de trabajadores pobres de entre 18 y 24 años ha pasado del 7’5% en 2007 al 21’3% en 2014: casi diez puntos por encima de la media nacional (del 12’6%) y doce por encima de la media europea (8’9% en 2013).
La juventud es la gran olvidada tradicionalmente en las agendas políticas y, como su protección social se ha vinculado esencialmente al empleo, la consecuencia de su escasez y precarización es que el 38’7% de la población de entre 16 y 24 años se encontraba en 2014 en riesgo de pobreza o exclusión social. Frente a esto son las familias las que constituyen la última red de sostenimiento frente a la exclusión. Algo que en el caso de los jóvenes retrasa la emancipación hasta los 29’1 años. Solo el 23’7% de las personas jóvenes en España tenían en 2014 la suficiencia económica necesaria para vivir fuera de casa de sus padres. Las consecuencias de la falta de medidas políticas para facilitar esta salida del hogar familiar van desde el agotamiento económico de los recursos de que disponen las familias para garantizar unas condiciones de vida mínimas a sus miembros, hasta un retraso en la edad de maternidad y un descenso en la natalidad que ponen en riesgo la sostenibilidad del estado de bienestar.
No son estas las únicas consecuencias del abandono de los jóvenes por parte de las administraciones públicas. También hay consecuencias en su comportamiento y afección política y que afectan directamente a la productividad del país que reclaman prestar a este colectivo la atención que hasta ahora no se les ha prestado. El golpe de timón que han supuesto las políticas de austeridad para enderezar el rumbo económico nos ha llevado directamente al ojo del huracán. Hacia una aparente calma ahora que los indicadores macroeconómicos dan un respiro. La generación atrapada en esas decisiones vive ya hoy la realidad que experimentará en su conjunto una sociedad cada vez más marcada por los múltiples ejes de la desigualdad al que se ha incorporado definitivamente en el momento en el que se ha nacido.